Para muchos padres, educar a un adolescente es como pelear una larga batalla, según lo asevera el doctor Robert Neeldman, quien ha escrito numerosos textos sobre pediatría y es conferencista de temas relacionados con el aprendizaje y la alfabetización. “Son diarias las escaramuzas pero los años pasan sin que se determine claramente al ganador. Como en el caso de las disputas por límites entre países vecinos, la guerra de los padres versus sus hijos adolescentes se origina en los límites: ¿Cuál es la línea que divide el control de lo que realmente se hace?”, dice Neeldman...Continúa...
Añade que ambos lados anhelan la paz, pero ninguno de ellos siente que tiene el poder para detener el conflicto. En parte, esto se debe a que ninguna de las partes se inclina por admitir responsabilidad alguna por haber iniciado tal enfrentamiento. “Desde el punto de vista de los padres, la única causa de la disputa es la total irracionalidad de sus hijos adolescentes. Y, por supuesto, los adolescentes ven este punto de la misma manera, pero en reversa. Ambos lados se sienten atrapados”, señala el especialista y a continuación describe las tres causas más comunes que no tienen triunfadores entre los adolescentes y sus padres y algunas sugerencias de cómo salir de esta trampa.
Disputas triviales
Estas son batallas sobre temas que realmente no tienen mucha importancia. Los ejemplos incluyen asuntos como el del color del cabello que el adolescente quiere o la frecuencia con que se lavan el mismo, la limpieza de su dormitorio, el estilo de la ropa que prefieren, el que no quiera comer un buen desayuno antes de ir al colegio o su tendencia a dormir hasta el mediodía durante los fines de semana.
“Los padres a menudo sienten que sus hijos adolescentes adoptan ciertos comportamientos tan solo para probar cómo sus padres los resuelven. Ellos temen que si se rinden ante todo, perderán el control total. Desde el punto de vista del adolescente, los padres son simplemente unos tiranos”, según Neeldman.
Culpabilidad
Dice el experto que la meta de una batalla para implicar la culpabilidad es conseguir que el oponente admita que su pésima actitud es la razón de que todo vaya mal. Se puede fácilmente reconocer una de estas disputas cuando se escucha la frase: “Tú siempre…”, como por ejemplo: “¡Tú siempre me interrumpes! Tú nunca escuchas lo que tengo que decir”. Y la réplica, por supuesto, es lanzar la culpabilidad en retorno de inmediato, como el soldado que lanza una granada: “Bueno no tendría que interrumpirte si alguna vez dejaras de hablar”.
Necesidad de estar en lo cierto
“No importa cuál sea el tópico, si es la política, las leyes de la física o la forma de hacer huevos revueltos, el punto de estos exabruptos es probar que uno está en lo correcto y la otra persona está equivocada. En medio de estas discrepancias el deseo es ser considerado como una autoridad, alguien que en verdad conoce algo y, por lo tanto demanda respeto”, dice el autor. Desafortunadamente, mientras los padres y los hijos adolescentes continúen asumiendo que la otra persona está mal informada o se porta de manera irracional, ellos continuarán también propiciando estas contiendas por siempre y nunca llegarán a un progreso que lleve a la armonía.
Evitar la trampa del ‘nadie gana’
No hay recetas simples para conseguir que las relaciones padres-adolescentes estén completamente libres de tensiones, pero hay algunos principios generales que pueden ser de ayuda:
Establezca sus normas ahora
Para evitar ser presa de disputas triviales, determine los mínimos requerimientos de parte de su adolescente. Por mínimos requerimientos se entiende todo lo que usted quisiera que él o ella haga (por ejemplo, sacar las mejores notas, organizar su dormitorio, hablar siempre con cortesía), en lugar de lo que él o ella necesita hacer para mantener una buena relación con sus padres (ir al colegio y obtener calificaciones que le permitan seguir adelante, no llevar comida a su habitación porque esto hará que los insectos le visiten, no usar términos groseros con sus padres cuando discuten).
“Enfocarse en requerimientos mínimos no significa que se deje de tener esperanzas y creer que su adolescente crecerá y se convertirá en un buen adulto, pero sí significa escoger cuidadosamente las batallas y hacer compromisos cuando sea posible”, indica el doctor Neeldman.
Mire hacia delante y no hacia atrás.
Para evitar caer en el engaño de la culpabilidad, el enfoque debe estar orientado a lo que se desea que suceda y no a lo que está mal o a determinar de quién es la culpa.
Por ejemplo, en lugar de decir: “Tú nunca me escuchas”, intente esta otra frase: “Por favor escúchame ahora”. En lugar de decir “Eres un cochino”, intente “Quiero que lleves tu ropa sucia a la lavadora en este instante, por favor”.
Admita que usted puede estar equivocado.
En lugar de pelear sobre quién tiene la razón y quién no, se debe aceptar desde el comienzo que se están viendo las cosas según el punto de vista propio, en lugar de reñir por hechos objetivos: (“Es verdad, tú no te burlas de todo lo que yo digo”), hay que ir directamente al tema real: (“Me parece que tú te burlas de mí mucho, al menos es lo que siento”). Al hacer esto, dice el especialista, la discusión será sobre los sentimientos paternos que es el punto medular.
Luche con justicia pero hágalo.
Si hace un esfuerzo por mantener la cortesía, escuchar sin interrumpir y frenarse para no etiquetar a sus hijos, tarde o temprano sus adolescentes seguirán sus instrucciones y harán lo mismo.
Algunas veces, por supuesto, los padres sí tienen que combatir. Cuando los hijos adolescentes hacen cosas claramente peligrosas, tales como involucrase en drogas, ellos necesitan que sus padres les den su apoyo y logren que dejen ese vicio.
“Al no invertir su energía en cosas y batallas triviales de las que nadie sale triunfando, usted adquirirá más fuerza para manejar cualquier problema realmente serio que se produzca”, es la conclusión a la que llega el doctor Neeldman.
Finalmente y después de haber mencionado estas sugerencias por los especialistas en el área, quiero decirles a nuestros amigos que como familia es fundamental inculcar valores espirituales a nuestros hijos, todo lo que ellos vean y practiquen dificilmente se olvidarán cuando crezcan.
Fuente: Revista Familia
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