En los últimos años, nuestro planeta ha estado sufriendo un número creciente de desastres naturales: terremotos, huracanes, sequías, inundaciones y un tsunami devastador. Algunas de estas crisis, aunque menos dramáticas, tales como el calentamiento global y el consecuente retroceso de los glaciares y del casquete ártico, han planteado interrogantes en muchas mentes al respecto de sus causas. ¿Son estos sucesos resultado de leyes naturales todavía mal comprendidas? ¿Es el maltrato humano del ambiente la verdadera causa? Los creyentes de distintas religiones también se plantean si estas catástrofes no son castigos enviados por una deidad airada. Los creyentes en la Biblia han reflexionado sobre los papeles respectivos que juegan Dios y Satanás como protagonistas de última instancia en un drama cósmico. ¿Será que estas calamidades señalan en dirección a un acontecimiento culminante de la historia humana?...
Al tratar de entender qué papel juega Dios en los desastres naturales, tenemos que evitar caer en la trampa promocionada por Satanás, a saber, que los desastres de los últimos días de la historia provienen de un Dios afrentado y airado. Justamente así es como Satanás ha estado pintando a Dios desde el Edén e incluso antes. Sin embargo, de acuerdo con la Biblia, estamos en medio de las últimas horas de un conflicto cósmico, el Gran Conflicto que ha aquejado al universo desde que hubo “guerra en el cielo” (Apocalipsis 12:7).
Un vistazo a la profecía bíblica
En el Apocalipsis leemos que hacia el final de la historia humana Dios, por medio de sus ángeles, estará “deteniendo los cuatro vientos de la tierra para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol” (7:1). Antes del tiempo del fin, esta tierra habrá visto todo tipo de aflicciones aquejando los continentes, el mar y la vegetación. Pero no hemos visto todavía nada como lo que ocurrirá cuando los vientos de destrucción sean completamente liberados del poder retentivo de los cuatro ángeles que reciben sus órdenes directamente de Dios mismo.1
¿Por qué se detiene todavía a los vientos? El pueblo de Dios no ha sido completamente sellado todavía con la aprobación del Señor “escrita en su frente” (Apocalipsis 14:1). El sello divino de aprobación será colocado sobre aquellos que lo puedan representar adecuadamente al mundo, los que digan la verdad acerca de Dios y testifiquen de su poder, que es, de nuevo, lo que Satanás ha estado tratando de impedir por un tiempo muy largo. Aquí hay gente que está ahora lista para permanecer firme en medio de las angustias de los últimos días descritas en los versículos finales de Apocalipsis 6. ¿Y qué decir de estos vientos? Representan la obra maléfica de Satanás que están por ser liberados de la mano restrictiva de Dios. Todo esto puede ser comprendido mejor a la luz del Gran Conflicto. Es la reproducción del libro de Job, pero a escala colosal: fuego que cae del cielo y quema las ovejas de Job y sus siervos, pandillas de bandidos que merodean a su gusto, un gran viento del cielo que destruye una casa y mata a sus hijos (Job 1 y 2). ¡Satanás es increíblemente malvado! Y sigue siendo el mismo hoy como era en días de Job.
El papel de Satanás
La bien estudiada estrategia de Satanás siempre ha sido confundir, engañar y destruir la paz del mundo. Ha sido “homicida desde el principio” (Juan 8:44). ¿Por qué? Para eliminar toda esperanza y confianza entre los miles de millones que habitan en la tierra de que Alguien más poderoso, fiel y justo reina sobre el universo Pero, ¿dónde está Dios? Dios, dentro de los propósitos del Gran Conflicto, permite este ataque final de engaño y aflicción, ya no sólo sobre un hombre llamado Job sino ahora sobre todo el planeta. Todo lo que Job llegó finalmente a saber sobre lo que había detrás de las catástrofes que estaban sufriendo él y su familia –incluyendo fuego del cielo y un viento devastador– Dios se lo hizo saber con posterioridad. Pero hasta entonces, fueron tiempos muy amargos. Job supo sólo más tarde que Dios había sido desafiado por Satanás, quien estaba furioso porque Job había sido bendecido con una gran familia y abundante prosperidad. Satanás acusó a Dios de favoritismo, de que la razón por la cual Job era tan fiel en su obediencia religiosa era porque Dios le había puesto un “cerco” alrededor y de esta manera había comprado su obediencia (Job 1:8-12; 2:3-7).
Y entonces aparecen los teólogos diletantes que vienen a explicar a Job por qué había tenido que experimentar estos terribles desastres (Job 2:11-13). Lo que leemos en los siguientes capítulos del libro son los diferentes razonamientos que mucha gente usa todavía hoy para explicar las terribles calamidades. Es porque Job está escondiendo terribles secretos de malos hábitos y Dios lo está castigando. O porque Dios sólo escucha a los justos y pasa por alto a otros porque es un Dios justo, o es tan santo y justo que sólo descarga su ira contra los malvados, o que Job está recibiendo todavía menos castigo de lo que merece. Oímos muchos ecos de los tres “amigos” de Job hoy, en internet, en los medios masivos de comunicación y en muchos púlpitos. El apóstol Pablo lo dice claramente: Satanás es “el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia (Efesios 2:2).2 ¡Es más que un mito! Es el gran antagonista de Dios, que hace todo lo que puede para distraer, desmoralizar y destruir a hombres y mujeres. Y por razones que sólo Dios sabe, va a retirar gradualmente el poder restrictivo que ha estado ejerciendo hasta ahora sobre los planes homicidas de Satanás.3
Jesús describe el futuro
Por supuesto, este planeta siempre tuvo terremotos, tornados, inundaciones, huracanes (tifones) y hambrunas. Algunos de los peores que se conozcan ocurrieron hace mucho tiempo, causando mucho más daño que los que hemos experimentado en los últimos años, si bien hoy hay poblaciones mayores que viven en las mismas zonas. Durante los últimos días del ministerio terreno de Jesús sus seguidores le preguntaron por señales del fin de los tiempos y de su prometido regreso. Entre otros indicadores, Jesús les dijo: “Oiréis de guerras y rumores de guerras, mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca, pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:6-8).
En otras palabras, el mundo tendrá siempre guerras, terremotos, pestes y desastres. Pero hay señales específicas que él delineó en Mateo 24 y 25, tales como el evangelio predicado en todo el mundo, y entonces regresará (24:14). Comparó los últimos días del planeta Tierra con los últimos días antes de que Noé entrara en el arca (24:37-39). Ilustró su regreso demorado con la demora de un novio en aparecer en su boda (25:5).
Detección de diferencias
Al meditar en los desastres de los últimos años, notamos una diferencia con los del pasado. En un cuadro gráfico, el aumento de su frecuencia e intensidad sería una curva exponencial, con una pendiente ascendente de la curva que se levanta rápidamente en contraste con un aumento proyectado que podría esperarse como una línea recta ascendente. ¿Puede alguien negar que huracanes, inundaciones, pestilencias, quiebras, degradación moral, agotamiento de las fuentes acuíferas, consumo desbocado de energía y realidades similares están aumentando con sorprendente velocidad?4 La mayoría de la gente vive con un sentimiento de que todo está desencajado con respecto al tipo de vida que se hacía aun hace pocas décadas. No parece haber manera de retrasar el reloj. La escalera mecánica, sea la que sube o la que baja, parece ir cada vez más rápido. Y en todos anida una sensación de que no podemos salirnos de esa escalera, que se incrementa cuando las noticias de los últimos desastres son emitidas por los medios globales de comunicación y llegan a nuestras computadoras.5
Una perspectiva adventista
Durante más de 150 años, los adventistas del séptimo día han estado proclamando al mundo que la historia humana se acerca rápidamente a su fin, predicho por Dios mismo en las Escrituras. Nos anima ver que millones de otros cristianos también han comenzado a enfocar su atención y esperanza en la pronta venida de Jesús. Además, hay ahora docenas de páginas en la internet que están dedicadas a los acontecimientos de los últimos días. La serie de libros de gran venta y películas “Dejados Atrás” amplifican la sensación de que algo tremendo está por ocurrir. Sin embargo, debido a nuestra comprensión de la profecía bíblica, no creemos que los cristianos serán rescatados en un arrebatamiento (rapto) secreto o que Israel sea protagónico en los acontecimientos de los últimos días. Ni esperamos un Armagedón donde ejércitos modernos luchen en la llanura de Esdraelón.
Los optimistas están en lo cierto: el mundo no terminará en un quejido ni en una explosión. Las potencias nucleares del mundo no incinerarán la tierra, ni nos asfixiaremos en nuestra propia basura, ni nos desecaremos en una hambruna masiva. Y los pesimistas también están en lo cierto: por más vacunas que almacenemos para los problemas físicos que enfrentamos hoy, no habrá vacuna que nos proteja de la marejada de basura moral que se infiltra por doquier en la vida moderna, especialmente en el “civilizado” occidente. Todos los posicionadores satelitales y automóviles de combustibles limpios no podrán acallar el odio en aumento que infecta las comunidades y las naciones.
Conclusión
El entender la interacción precisa entre los factores humanos, naturales y sobrenaturales que producen los desastres que nuestro mundo experimenta en aumento está más allá del conocimiento humano. Para el creyente en la Biblia, sin embargo, algunas cosas son ciertas: Satanás busca destruir a tanta gente como puede con los medios de que dispone. Pero en última instancia, la verdad triunfará y Dios y sus leales quedarán al fin reivindicados. Vivimos en los días finales de la historia de la tierra. Cada día es precioso e irrepetible.
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el Día del Señor vendrá como ladrón en la noche, en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios!” (2 Pedro 3:9-12). ¿Estás listo, estoy yo listo?
Sobre el Autor:
Herbert E. Douglass (Th.D., Pacific School of Theology) ha actuado como profesor, rector universitario y editor. Es autor de 16 libros, que incluyen Messenger of the Lord, Pacific Press, 1998) y God at Risk (Amazing Facts, 2004). Su dirección electrónica: herbdouglass@sbcglobal.net.
REFERENCIAS
1. “Ángeles están circundando el mundo, rechazando las pretensiones de Satanás a la supremacía, las que presenta debido a la gran multitud de sus adeptos. No oímos las voces de esos ángeles, ni vemos con la vista natural la obra de ellos; pero sus manos están unidas alrededor del mundo, y con vigilancia que no duerme mantienen a raya a los ejércitos de Satanás hasta que se cumpla el sellamiento del pueblo de Dios” (Comentario bíblico adventista del séptimo día [Boise, Idaho: Pacific Press Publ. Assoc., 1990], t. 7, p. 978).
2. “Satanás está obrando en la atmósfera; la está envenenando, y nosotros dependemos de Dios para la protección de nuestras vidas: de nuestra vida actual y eterna. Y por encontrarnos en la posición en que estamos, necesitamos estar bien despiertos, plenamente consagrados, completamente convertidos y cabalmente dedicados a Dios. Pero al parecer permanecemos inactivos como si estuviésemos paralizados. ¡Dios del cielo, despiértanos!” (Elena White, Mensajes selectos ([Mountain View, California: Pacific Press Publ. Assn., 1967], t. 2, p. 59).
3. “Satanás obra asimismo por medio de los elementos para cosechar muchedumbres de almas aún no preparadas. Tiene estudiados los secretos de los laboratorios de la naturaleza y emplea todo su poder para dirigir los elementos en cuanto Dios se lo permita.… Producirá enfermedades y desastres al punto que ciudades populosas sean reducidas a ruinas y desolación. Ahora mismo está obrando. Ejerce su poder en todos los lugares y bajo mil formas: en desgracias y calamidades del mar y tierra, en las grandes conflagraciones, en los tremendos huracanes y en las terribles tempestades de granizo, en las inundaciones, en los ciclones, en las mareas extraordinarias y en los terremotos. Destruye las mieses casi maduras y a ellos siguen la hambruna y la angustia; propaga por el aire emanaciones mefíticas y miles de seres perecen en la pestilencia. Estas plagas irán menudeando más y más y se harán más y más desastrosas. La destrucción caerá sobre hombres y animales” (Elena White,El conflicto de los siglos [Mountain View, California: Pacific Press Publ. Assn., 1977], pp. 646, 647).
4. “Se me ha mostrado que el Espíritu del Señor se está retirando de la tierra. Pronto se les negará el poder protector de Dios a todos los que continúan despreciando sus mandamientos.… La iniquidad se está convirtiendo en un asunto tan común que ya no sacude los sentidos como en un tiempo lo hacía” (Elena White, Eventos de los últimos días [Boise, Idaho: Pacific Press Publ. Assn., 1992], p. 28).
5. “Cuando la mano restrictiva de Dios se retire, el destructor comenzará su trabajo” (íd., p. 114).
Fuente: Diálogo Universitario
Al tratar de entender qué papel juega Dios en los desastres naturales, tenemos que evitar caer en la trampa promocionada por Satanás, a saber, que los desastres de los últimos días de la historia provienen de un Dios afrentado y airado. Justamente así es como Satanás ha estado pintando a Dios desde el Edén e incluso antes. Sin embargo, de acuerdo con la Biblia, estamos en medio de las últimas horas de un conflicto cósmico, el Gran Conflicto que ha aquejado al universo desde que hubo “guerra en el cielo” (Apocalipsis 12:7).
Un vistazo a la profecía bíblica
En el Apocalipsis leemos que hacia el final de la historia humana Dios, por medio de sus ángeles, estará “deteniendo los cuatro vientos de la tierra para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol” (7:1). Antes del tiempo del fin, esta tierra habrá visto todo tipo de aflicciones aquejando los continentes, el mar y la vegetación. Pero no hemos visto todavía nada como lo que ocurrirá cuando los vientos de destrucción sean completamente liberados del poder retentivo de los cuatro ángeles que reciben sus órdenes directamente de Dios mismo.1
¿Por qué se detiene todavía a los vientos? El pueblo de Dios no ha sido completamente sellado todavía con la aprobación del Señor “escrita en su frente” (Apocalipsis 14:1). El sello divino de aprobación será colocado sobre aquellos que lo puedan representar adecuadamente al mundo, los que digan la verdad acerca de Dios y testifiquen de su poder, que es, de nuevo, lo que Satanás ha estado tratando de impedir por un tiempo muy largo. Aquí hay gente que está ahora lista para permanecer firme en medio de las angustias de los últimos días descritas en los versículos finales de Apocalipsis 6. ¿Y qué decir de estos vientos? Representan la obra maléfica de Satanás que están por ser liberados de la mano restrictiva de Dios. Todo esto puede ser comprendido mejor a la luz del Gran Conflicto. Es la reproducción del libro de Job, pero a escala colosal: fuego que cae del cielo y quema las ovejas de Job y sus siervos, pandillas de bandidos que merodean a su gusto, un gran viento del cielo que destruye una casa y mata a sus hijos (Job 1 y 2). ¡Satanás es increíblemente malvado! Y sigue siendo el mismo hoy como era en días de Job.
El papel de Satanás
La bien estudiada estrategia de Satanás siempre ha sido confundir, engañar y destruir la paz del mundo. Ha sido “homicida desde el principio” (Juan 8:44). ¿Por qué? Para eliminar toda esperanza y confianza entre los miles de millones que habitan en la tierra de que Alguien más poderoso, fiel y justo reina sobre el universo Pero, ¿dónde está Dios? Dios, dentro de los propósitos del Gran Conflicto, permite este ataque final de engaño y aflicción, ya no sólo sobre un hombre llamado Job sino ahora sobre todo el planeta. Todo lo que Job llegó finalmente a saber sobre lo que había detrás de las catástrofes que estaban sufriendo él y su familia –incluyendo fuego del cielo y un viento devastador– Dios se lo hizo saber con posterioridad. Pero hasta entonces, fueron tiempos muy amargos. Job supo sólo más tarde que Dios había sido desafiado por Satanás, quien estaba furioso porque Job había sido bendecido con una gran familia y abundante prosperidad. Satanás acusó a Dios de favoritismo, de que la razón por la cual Job era tan fiel en su obediencia religiosa era porque Dios le había puesto un “cerco” alrededor y de esta manera había comprado su obediencia (Job 1:8-12; 2:3-7).
Y entonces aparecen los teólogos diletantes que vienen a explicar a Job por qué había tenido que experimentar estos terribles desastres (Job 2:11-13). Lo que leemos en los siguientes capítulos del libro son los diferentes razonamientos que mucha gente usa todavía hoy para explicar las terribles calamidades. Es porque Job está escondiendo terribles secretos de malos hábitos y Dios lo está castigando. O porque Dios sólo escucha a los justos y pasa por alto a otros porque es un Dios justo, o es tan santo y justo que sólo descarga su ira contra los malvados, o que Job está recibiendo todavía menos castigo de lo que merece. Oímos muchos ecos de los tres “amigos” de Job hoy, en internet, en los medios masivos de comunicación y en muchos púlpitos. El apóstol Pablo lo dice claramente: Satanás es “el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia (Efesios 2:2).2 ¡Es más que un mito! Es el gran antagonista de Dios, que hace todo lo que puede para distraer, desmoralizar y destruir a hombres y mujeres. Y por razones que sólo Dios sabe, va a retirar gradualmente el poder restrictivo que ha estado ejerciendo hasta ahora sobre los planes homicidas de Satanás.3
Jesús describe el futuro
Por supuesto, este planeta siempre tuvo terremotos, tornados, inundaciones, huracanes (tifones) y hambrunas. Algunos de los peores que se conozcan ocurrieron hace mucho tiempo, causando mucho más daño que los que hemos experimentado en los últimos años, si bien hoy hay poblaciones mayores que viven en las mismas zonas. Durante los últimos días del ministerio terreno de Jesús sus seguidores le preguntaron por señales del fin de los tiempos y de su prometido regreso. Entre otros indicadores, Jesús les dijo: “Oiréis de guerras y rumores de guerras, mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca, pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:6-8).
En otras palabras, el mundo tendrá siempre guerras, terremotos, pestes y desastres. Pero hay señales específicas que él delineó en Mateo 24 y 25, tales como el evangelio predicado en todo el mundo, y entonces regresará (24:14). Comparó los últimos días del planeta Tierra con los últimos días antes de que Noé entrara en el arca (24:37-39). Ilustró su regreso demorado con la demora de un novio en aparecer en su boda (25:5).
Detección de diferencias
Al meditar en los desastres de los últimos años, notamos una diferencia con los del pasado. En un cuadro gráfico, el aumento de su frecuencia e intensidad sería una curva exponencial, con una pendiente ascendente de la curva que se levanta rápidamente en contraste con un aumento proyectado que podría esperarse como una línea recta ascendente. ¿Puede alguien negar que huracanes, inundaciones, pestilencias, quiebras, degradación moral, agotamiento de las fuentes acuíferas, consumo desbocado de energía y realidades similares están aumentando con sorprendente velocidad?4 La mayoría de la gente vive con un sentimiento de que todo está desencajado con respecto al tipo de vida que se hacía aun hace pocas décadas. No parece haber manera de retrasar el reloj. La escalera mecánica, sea la que sube o la que baja, parece ir cada vez más rápido. Y en todos anida una sensación de que no podemos salirnos de esa escalera, que se incrementa cuando las noticias de los últimos desastres son emitidas por los medios globales de comunicación y llegan a nuestras computadoras.5
Una perspectiva adventista
Durante más de 150 años, los adventistas del séptimo día han estado proclamando al mundo que la historia humana se acerca rápidamente a su fin, predicho por Dios mismo en las Escrituras. Nos anima ver que millones de otros cristianos también han comenzado a enfocar su atención y esperanza en la pronta venida de Jesús. Además, hay ahora docenas de páginas en la internet que están dedicadas a los acontecimientos de los últimos días. La serie de libros de gran venta y películas “Dejados Atrás” amplifican la sensación de que algo tremendo está por ocurrir. Sin embargo, debido a nuestra comprensión de la profecía bíblica, no creemos que los cristianos serán rescatados en un arrebatamiento (rapto) secreto o que Israel sea protagónico en los acontecimientos de los últimos días. Ni esperamos un Armagedón donde ejércitos modernos luchen en la llanura de Esdraelón.
Los optimistas están en lo cierto: el mundo no terminará en un quejido ni en una explosión. Las potencias nucleares del mundo no incinerarán la tierra, ni nos asfixiaremos en nuestra propia basura, ni nos desecaremos en una hambruna masiva. Y los pesimistas también están en lo cierto: por más vacunas que almacenemos para los problemas físicos que enfrentamos hoy, no habrá vacuna que nos proteja de la marejada de basura moral que se infiltra por doquier en la vida moderna, especialmente en el “civilizado” occidente. Todos los posicionadores satelitales y automóviles de combustibles limpios no podrán acallar el odio en aumento que infecta las comunidades y las naciones.
Conclusión
El entender la interacción precisa entre los factores humanos, naturales y sobrenaturales que producen los desastres que nuestro mundo experimenta en aumento está más allá del conocimiento humano. Para el creyente en la Biblia, sin embargo, algunas cosas son ciertas: Satanás busca destruir a tanta gente como puede con los medios de que dispone. Pero en última instancia, la verdad triunfará y Dios y sus leales quedarán al fin reivindicados. Vivimos en los días finales de la historia de la tierra. Cada día es precioso e irrepetible.
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el Día del Señor vendrá como ladrón en la noche, en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios!” (2 Pedro 3:9-12). ¿Estás listo, estoy yo listo?
Sobre el Autor:
Herbert E. Douglass (Th.D., Pacific School of Theology) ha actuado como profesor, rector universitario y editor. Es autor de 16 libros, que incluyen Messenger of the Lord, Pacific Press, 1998) y God at Risk (Amazing Facts, 2004). Su dirección electrónica: herbdouglass@sbcglobal.net.
REFERENCIAS
1. “Ángeles están circundando el mundo, rechazando las pretensiones de Satanás a la supremacía, las que presenta debido a la gran multitud de sus adeptos. No oímos las voces de esos ángeles, ni vemos con la vista natural la obra de ellos; pero sus manos están unidas alrededor del mundo, y con vigilancia que no duerme mantienen a raya a los ejércitos de Satanás hasta que se cumpla el sellamiento del pueblo de Dios” (Comentario bíblico adventista del séptimo día [Boise, Idaho: Pacific Press Publ. Assoc., 1990], t. 7, p. 978).
2. “Satanás está obrando en la atmósfera; la está envenenando, y nosotros dependemos de Dios para la protección de nuestras vidas: de nuestra vida actual y eterna. Y por encontrarnos en la posición en que estamos, necesitamos estar bien despiertos, plenamente consagrados, completamente convertidos y cabalmente dedicados a Dios. Pero al parecer permanecemos inactivos como si estuviésemos paralizados. ¡Dios del cielo, despiértanos!” (Elena White, Mensajes selectos ([Mountain View, California: Pacific Press Publ. Assn., 1967], t. 2, p. 59).
3. “Satanás obra asimismo por medio de los elementos para cosechar muchedumbres de almas aún no preparadas. Tiene estudiados los secretos de los laboratorios de la naturaleza y emplea todo su poder para dirigir los elementos en cuanto Dios se lo permita.… Producirá enfermedades y desastres al punto que ciudades populosas sean reducidas a ruinas y desolación. Ahora mismo está obrando. Ejerce su poder en todos los lugares y bajo mil formas: en desgracias y calamidades del mar y tierra, en las grandes conflagraciones, en los tremendos huracanes y en las terribles tempestades de granizo, en las inundaciones, en los ciclones, en las mareas extraordinarias y en los terremotos. Destruye las mieses casi maduras y a ellos siguen la hambruna y la angustia; propaga por el aire emanaciones mefíticas y miles de seres perecen en la pestilencia. Estas plagas irán menudeando más y más y se harán más y más desastrosas. La destrucción caerá sobre hombres y animales” (Elena White,El conflicto de los siglos [Mountain View, California: Pacific Press Publ. Assn., 1977], pp. 646, 647).
4. “Se me ha mostrado que el Espíritu del Señor se está retirando de la tierra. Pronto se les negará el poder protector de Dios a todos los que continúan despreciando sus mandamientos.… La iniquidad se está convirtiendo en un asunto tan común que ya no sacude los sentidos como en un tiempo lo hacía” (Elena White, Eventos de los últimos días [Boise, Idaho: Pacific Press Publ. Assn., 1992], p. 28).
5. “Cuando la mano restrictiva de Dios se retire, el destructor comenzará su trabajo” (íd., p. 114).
Fuente: Diálogo Universitario
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