Ted N. C. Wilson es presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día mundial |
A través de la narrativa de los evangelios, estos hombres estaban continuamente enfrentados unos con otros. ¿Cuántas veces les reprendió Jesús y les dijo que el más humilde sería el más grande? Pero continuaron debatiendo quién de entre ellos sería el mayor en el reino de Jesús. La última noche que los discípulos se reunieron con Jesús para celebrar la Pascua, "Hubo entre ellos una contienda, quién de ellos parecía ser el mayor." (Elena G. White en El Deseado de Todas las Gentes p. 599:3). Poco antes de esto la madre de Santiago y Juan había pedido a Jesús que garantizase a sus el honor de sentarse a su mano derecha e izquierda en el reino. Los otros diez se enfadaron ante esta petición abierta y mantuvieron sentimientos amargos contra los hermanos.
Estos sentimientos tenían que ser dejados de lado si los discípulos tenían que recibir el poder del Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios no puede habitar en un corazón que alberga celos, odio, y amargura contra un hermano o hermana en Cristo. Afortunadamente, excepto en el caso de Judas, la experiencia con Jesús en el aposento alto aquella noche quitó todos esos sentimientos. El yo fue puesto a un lado, y Dios tomó el control de sus vidas.
Esta experiencia fue crucial en la preparación de los discípulos para recibir el poder del Espíritu Santo. Tiene que ser la experiencia del pueblo de Dios hoy mientras se preparan para la lluvia tardía. Elena White nos da este consejo en Mensajes Selectos Tomo 1, p. 206:2, "Cuando los obreros tengan un Cristo que more permanentemente en sus almas, cuando todo egoísmo esté muerto, cuando no haya rivalidad ni lucha por la supremacía, cuando exista unidad, cuando se santifiquen a sí mismos, de modo que se vea y sienta el amor mutuo, entonces las lluvias de gracia del Espíritu Santo vendrán sobre ellos tan ciertamente como que la promesa de Dios nunca faltará en una jota o tilde."
Dios quiere que se muestre unidad y confianza mutua en su iglesia. La oración de Jesús por sus seguidores fue que sean uno como Él y el Padre son uno (Juan 17:21). El amor y la unidad en la iglesia suscitará la ira y el odio de Satán. Él sabe que una experiencia tal abrirá las puertas celestiales del poder divino. El pueblo de Dios se convertirá en canales a través de los cuales se iluminará el mundo, y Satanás perderá el control sobre muchos de sus cautivos.
Hechos nos cuenta que durante los diez días de preparación los discípulos fueron hallados en oración constante, y estaban unánimes. Estaban bien durante su camino en el Día de Pentecostés, pero aún tenía que hacerse más antes que Dios pudiese confiarles el poder del Espíritu.
¿Cuán próximos estamos de recibir el poder que nos permita terminar la obra de Dios en la tierra?
Fuente: ANN
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