Episodio 1 - La Apostacia
A continuacion el episodio 1 completo de la serie Los Guardianes de la Flama (Incluye comntario por escrito)
Parte 1
"EL apóstol Pablo, en su segunda carta a los Tesalonicenses, predijo la gran apostasía que había de resultar en el establecimiento del poder papal. Declaró, respecto al día de Cristo: "Ese día no puede venir, sin que venga primero la apostasía, y sea revelado el hombre de pecado, el hijo de perdición; el cual se opone a Dios, y se ensalza sobre todo lo que se llama Dios, o que es objeto de culto; de modo que se siente en el templo de Dios, ostentando que él es Dios." (2 Tesalonicenses 2: 3, 4, V.M.) Y además el apóstol advierte a sus hermanos que "el misterio de iniquidad está ya obrando." (Vers. 7.) Ya en aquella época veía él que se introducían en la iglesia errores que prepararían el camino para el desarrollo del papado.
Poco a poco, primero solapadamente y a hurtadillas, y después con más desembozo, conforme iba cobrando fuerza y dominio sobre los espíritus de los hombres, "el misterio de iniquidad" hizo progresar su obra engañosa y blasfema. De un modo casi imperceptible las costumbres del paganismo penetraron en la iglesia cristiana. El espíritu de avenencia y de transacción fue coartado por algún tiempo por las terribles persecuciones que sufriera la iglesia bajo el régimen del paganismo. Mas habiendo cesado la persecución y habiendo penetrado el cristianismo en las cortes y palacios, la iglesia dejó a un lado la humilde sencillez de Cristo y de sus apóstoles por la pompa y el orgullo de los sacerdotes y gobernantes paganos, y substituyó los requerimientos de Dios por las teorías y tradiciones de los hombres. La conversión nominal de Constantino, a principios del siglo cuarto, causó gran regocijo; y el mundo, disfrazado con capa de rectitud, se introdujo en la iglesia. Desde entonces la obra de corrupción progresó rápidamente.
Parte 2
"Los siglos que se sucedieron presenciaron un constante aumento del error en las doctrinas sostenidas por Roma. Aun antes del establecimiento del papado, las enseñanzas de los filósofos paganos habían recibido atención y ejercido influencia dentro de la iglesia. Muchos de los que profesaban ser convertidos se aferraban aún a los dogmas de su filosofía pagana, y no sólo seguían estudiándolos ellos mismos sino que inducían a otros a que los estudiaran también a fin de extender su influencia entre los paganos. Así se introdujeron graves errores en la fe cristiana. Uno de los principales fue la creencia en LA INMORTALIDAD NATURAL DEL HOMBRE Y EN SU ESTADO CONSCIENTE DESPUÉS DE LA MUERTE. Esta doctrina fue la base sobre la cual Roma estableció la invocación de los santos y la adoración de la virgen María. De la misma doctrina se derivó también la herejía del TORMENTO ETERNO (INFIERNO), para los que mueren impenitentes, que muy pronto figuró en el credo papal.
De este modo se preparó el camino para la introducción de otra invención del paganismo, a la que Roma llamó PURGATORIO, y de la que se valió para aterrorizar a las muchedumbres crédulas y supersticiosas. Con esta herejía Roma afirma la existencia de un lugar de tormento, en el que las almas de los que no han merecido eterna condenación han de ser castigadas por sus pecados, y de donde, una vez limpiadas de impureza, son admitidas en el cielo. Una impostura más necesitaba Roma para aprovecharse de los temores y de los vicios de sus adherentes. Fue ésta la doctrina de LAS INDULGENCIAS. A todos los que se alistasen en las guerras que emprendía el pontífice para extender su dominio temporal, castigar a sus enemigos o exterminar a los que se atreviesen a negar su supremacía espiritual, se concedía plena remisión de los pecados pasados, presentes y futuros, y la condonación de todas las penas y castigos merecidos. Se enseñó también al pueblo que por medio de pagos hechos a la iglesia podía librarse uno del pecado y librar también a las almas de sus amigos difuntos entregadas a las llamas del purgatorio. Por estos medios llenaba Roma sus arcas y sustentaba la magnificencia, el lujo y los vicios de los que pretendían ser representantes de Aquel que no tuvo donde recostar la cabeza. La institución bíblica de la Cena del Señor fue substituída por el SACRIFICIO IDOLÁTRICO DE LA MISA. Los sacerdotes papales aseveraban que con sus palabras podían convertir el pan y el vino en "el cuerpo y sangre verdaderos de Cristo." (Cardenal Wiseman, The Real Presence, Confer. 8, sec. 3, párr. 26.)
Con blasfema presunción se arrogaban el poder de crear a Dios, Creador de todo. Se les obligaba a los cristianos, so pena de muerte, a confesar su fe en esta horrible herejía que afrentaba al cielo. Muchísimos que se negaron a ello fueron entregados a las llamas. En el siglo XIII se estableció la más terrible de las maquinaciones del papado: LA INQUISICIÓN. El príncipe de las tinieblas obró de acuerdo con los jefes de la jerarquía papal. En sus concilios secretos, Satanás y sus ángeles gobernaron los espíritus de los hombres perversos, mientras que invisible acampaba entre ellos un ángel de Dios que llevaba apunte de sus malvados decretos y escribía la historia de hechos por demás horrorosos para ser presentados a la vista de los hombres. "Babilonia la grande" fue "embriagada de la sangre de los santos." Los cuerpos mutilados de millones de mártires clamaban a Dios venganza contra aquel poder apóstata".
Parte 3
"El más distinguido de todos los que fueron llamados a guiar a la iglesia de las tinieblas del papado a la luz de una fe más pura, fue Martín Lutero. Celoso, ardiente y abnegado, sin más temor que el temor de Dios y sin reconocer otro fundamento de la fe religiosa que el de las Santas Escrituras, fue Lutero el hombre de su época. Por su medio realizó Dios una gran obra para reformar a la iglesia e iluminar al mundo. A semejanza de los primeros heraldos del Evangelio, Lutero surgió del seno de la pobreza. Cuando a la edad de dieciocho años ingresó en la universidad de Erfurt, su situación era más favorable y se le ofrecían perspectivas más brillantes que las que había tenido en años anteriores. Lutero fue ordenado sacerdote y se le llamó del claustro a una cátedra de la universidad de Wittenberg. Las enseñanzas de Lutero despertaron por toda Alemania la atención de los hombres reflexivos. Sus sermones y demás escritos arrojaban rayos de luz que alumbraban y despertaban a miles y miles de personas. Una fe viva fue reemplazando el formalismo muerto en que había estado viviendo la iglesia por tanto tiempo".
"En el siglo XIV surgió en Inglaterra "la estrella matutina de la Reforma". John Wycliffe fue el heraldo de la Reforma, no sólo para Inglaterra, sino para toda la cristiandad. Fue el precursor de los puritanos; su época constituyó un oasis en medio del desierto. La mayor obra de su vida fue la traducción de las Escrituras al inglés. Esa fue la primera traducción completa de la Biblia a ese idioma que se haya hecho jamás. Como todavía el arte de imprimir era desconocido, sólo mediante una labor lenta y cansadora se podían conseguir ejemplares adicionales de la obra; pero eso fue lo que se hizo, y la gente de Inglaterra recibió la Biblia en su propio idioma. De ese modo la luz de la Palabra de Dios comenzó a proyectar sus brillantes rayos en medio de las tinieblas. Una mano divina estaba preparando el camino para la gran Reforma. Los escritos y las doctrinas del reformador se diseminaron por todas las naciones de la cristiandad. Su obra se extendió por Suiza y Holanda. Copias de sus escritos llegaron a Francia y España. En Inglaterra se recibieron sus enseñanzas como la Palabra de vida. La verdad también se extendió a Bélgica e Italia. Miles despertaron de su sopor mortal para participar de la alegría y la esperanza de una vida de fe".
"Por medio de los escritos de Wiclef, Juan Hus, de Bohemia, fue inducido a renunciar a muchos de los errores de Roma y a asociarse a la obra de reforma. Y de este modo, en aquellos dos países, tan distantes uno de otro, fue sembrada la semilla de la verdad. De Bohemia se extendió la obra hasta otros países; la mente de los hombres fue encauzada hacia la Palabra de Dios que por tan largo tiempo había sido relegada al olvido. La mano divina estaba así preparando el camino a la gran Reforma."
Parte 4
Mas entre los que resistieron las intrusiones del poder papal, LOS VALDENSES fueron los que más sobresalieron. En el mismo país en donde el papado asentara sus reales fue donde encontraron mayor oposición su falsedad y corrupción. Las iglesias del Piamonte mantuvieron su independencia por algunos siglos, pero al fin llegó el tiempo en que Roma insistió en que se sometieran. Tras larga serie de luchas inútiles, los jefes de estas iglesias reconocieron aunque de mala gana la supremacía de aquel poder al que todo el mundo parecía rendir homenaje. Hubo sin embargo algunos que rehusaron sujetarse a la autoridad de papas o prelados. Determinaron mantenerse leales a Dios y conservar la pureza y sencillez de su fe. Se efectuó una separación. Los que permanecieron firmes en la antigua fe se retiraron; algunos, abandonando sus tierras de los Alpes, alzaron el pendón de la verdad en países extraños; otros se refugiaron en los valles solitarios y en los baluartes peñascosos de las montañas, y allí conservaron su libertad para adorar a Dios".
"Los Valdenses se contaron entre los primeros de todos los pueblos de Europa que poseyeron una traducción de las Santas Escrituras. Centenares de años antes de la Reforma tenían ya la Biblia manuscrita en su propio idioma. Tenían pues la verdad sin adulteración y esto los hizo objeto especial del odio y de la persecución. Declaraban que la iglesia de Roma era la Babilonia apóstata del Apocalipsis, y con peligro de sus vidas se oponían a su influencia y principios corruptores. Aunque bajo la presión de una larga persecución, algunos sacrificaron su fe e hicieron poco a poco concesiones en sus principios distintivos, otros se aferraron a la verdad. Durante siglos de obscuridad y apostasía, hubo valdenses que negaron la supremacía de Roma, que rechazaron como idolátrico el culto a las imágenes y que guardaron el verdadero día de reposo. Conservaron su fe en medio de las más violenta y tempestuosa oposición. Aunque degollados por la espada de Saboya y quemados en la hoguera romanista, defendieron con firmeza la Palabra de Dios y su honor". "Tras los elevados baluartes de sus montañas, refugio de los perseguidos y oprimidos en todas las edades, hallaron los valdenses seguro escondite. Allí se mantuvo encendida la luz de la verdad en medio de la obscuridad de la Edad Media. Allí los testigos de la verdad conservaron por mil años la antigua fe".
"Los misioneros Valdenses invadían el reino de Satanás y los poderes de las tinieblas se sintieron incitados a mayor vigilancia. Cada esfuerzo que se hacía para que la verdad avanzara era observado por el príncipe del mal, y éste atizaba los temores de sus agentes. Los caudillos papales veían peligrar su causa debido a los trabajos de estos humildes viandantes. Si permitían que la luz de la verdad brillara sin impedimento, disiparía las densas nieblas del error que envolvían a la gente; guiaría los espíritus de los hombres hacia Dios solo y destruiría al fin la supremacía de Roma".
"El gran principio que sostenían estos reformadores -el mismo que sustentaron los valdenses, Wiclef, Juan Hus, Lutero, Zuinglio y los que se unieron a ellos- era la infalible autoridad de las Santas Escrituras como regla de fe y práctica. Negaban a los papas, a los concilios, a los padres y a los reyes todo derecho para dominar las conciencias en asuntos de religión. La Biblia era su autoridad y por las enseñanzas de ella juzgaban todas las doctrinas y exigencias. La fe en Dios y en su Palabra era la que sostenía a estos santos varones cuando entregaban su vida en la hoguera. "Ten buen ánimo -decía Látimer a su compañero de martirio cuando las llamas estaban a punto de acallar sus voces,- que en este día encenderemos una luz tal en Inglaterra, que, confío en la gracia de Dios, jamás se apagará." -Works of Hugh Latimer, tomo 1, pág. XIII.
"Siglo tras siglo la sangre de los santos había sido derramada. Mientras los valdenses sucumbían en las montañas del Piamonte "a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús," sus hermanos, los albigenses de Francia, testificaban de la misma manera por la verdad. En los días de la Reforma los discípulos de ésta habían sucumbido en medio de horribles tormentos. Reyes y nobles, mujeres de elevada alcurnia, delicadas doncellas, la flor y nata de la nación, se habían recreado viendo las agonías de los mártires de Jesús. Los valientes hugonotes, en su lucha por los derechos más sagrados al corazón humano, habían derramado su sangre en muchos y rudos combates. Los protestantes eran considerados como fuera de la ley; sus cabezas eran puestas a precio y se les cazaba como a fieras".
Fuente: Youtube
Parte 1
"EL apóstol Pablo, en su segunda carta a los Tesalonicenses, predijo la gran apostasía que había de resultar en el establecimiento del poder papal. Declaró, respecto al día de Cristo: "Ese día no puede venir, sin que venga primero la apostasía, y sea revelado el hombre de pecado, el hijo de perdición; el cual se opone a Dios, y se ensalza sobre todo lo que se llama Dios, o que es objeto de culto; de modo que se siente en el templo de Dios, ostentando que él es Dios." (2 Tesalonicenses 2: 3, 4, V.M.) Y además el apóstol advierte a sus hermanos que "el misterio de iniquidad está ya obrando." (Vers. 7.) Ya en aquella época veía él que se introducían en la iglesia errores que prepararían el camino para el desarrollo del papado.
Poco a poco, primero solapadamente y a hurtadillas, y después con más desembozo, conforme iba cobrando fuerza y dominio sobre los espíritus de los hombres, "el misterio de iniquidad" hizo progresar su obra engañosa y blasfema. De un modo casi imperceptible las costumbres del paganismo penetraron en la iglesia cristiana. El espíritu de avenencia y de transacción fue coartado por algún tiempo por las terribles persecuciones que sufriera la iglesia bajo el régimen del paganismo. Mas habiendo cesado la persecución y habiendo penetrado el cristianismo en las cortes y palacios, la iglesia dejó a un lado la humilde sencillez de Cristo y de sus apóstoles por la pompa y el orgullo de los sacerdotes y gobernantes paganos, y substituyó los requerimientos de Dios por las teorías y tradiciones de los hombres. La conversión nominal de Constantino, a principios del siglo cuarto, causó gran regocijo; y el mundo, disfrazado con capa de rectitud, se introdujo en la iglesia. Desde entonces la obra de corrupción progresó rápidamente.
Parte 2
"Los siglos que se sucedieron presenciaron un constante aumento del error en las doctrinas sostenidas por Roma. Aun antes del establecimiento del papado, las enseñanzas de los filósofos paganos habían recibido atención y ejercido influencia dentro de la iglesia. Muchos de los que profesaban ser convertidos se aferraban aún a los dogmas de su filosofía pagana, y no sólo seguían estudiándolos ellos mismos sino que inducían a otros a que los estudiaran también a fin de extender su influencia entre los paganos. Así se introdujeron graves errores en la fe cristiana. Uno de los principales fue la creencia en LA INMORTALIDAD NATURAL DEL HOMBRE Y EN SU ESTADO CONSCIENTE DESPUÉS DE LA MUERTE. Esta doctrina fue la base sobre la cual Roma estableció la invocación de los santos y la adoración de la virgen María. De la misma doctrina se derivó también la herejía del TORMENTO ETERNO (INFIERNO), para los que mueren impenitentes, que muy pronto figuró en el credo papal.
De este modo se preparó el camino para la introducción de otra invención del paganismo, a la que Roma llamó PURGATORIO, y de la que se valió para aterrorizar a las muchedumbres crédulas y supersticiosas. Con esta herejía Roma afirma la existencia de un lugar de tormento, en el que las almas de los que no han merecido eterna condenación han de ser castigadas por sus pecados, y de donde, una vez limpiadas de impureza, son admitidas en el cielo. Una impostura más necesitaba Roma para aprovecharse de los temores y de los vicios de sus adherentes. Fue ésta la doctrina de LAS INDULGENCIAS. A todos los que se alistasen en las guerras que emprendía el pontífice para extender su dominio temporal, castigar a sus enemigos o exterminar a los que se atreviesen a negar su supremacía espiritual, se concedía plena remisión de los pecados pasados, presentes y futuros, y la condonación de todas las penas y castigos merecidos. Se enseñó también al pueblo que por medio de pagos hechos a la iglesia podía librarse uno del pecado y librar también a las almas de sus amigos difuntos entregadas a las llamas del purgatorio. Por estos medios llenaba Roma sus arcas y sustentaba la magnificencia, el lujo y los vicios de los que pretendían ser representantes de Aquel que no tuvo donde recostar la cabeza. La institución bíblica de la Cena del Señor fue substituída por el SACRIFICIO IDOLÁTRICO DE LA MISA. Los sacerdotes papales aseveraban que con sus palabras podían convertir el pan y el vino en "el cuerpo y sangre verdaderos de Cristo." (Cardenal Wiseman, The Real Presence, Confer. 8, sec. 3, párr. 26.)
Con blasfema presunción se arrogaban el poder de crear a Dios, Creador de todo. Se les obligaba a los cristianos, so pena de muerte, a confesar su fe en esta horrible herejía que afrentaba al cielo. Muchísimos que se negaron a ello fueron entregados a las llamas. En el siglo XIII se estableció la más terrible de las maquinaciones del papado: LA INQUISICIÓN. El príncipe de las tinieblas obró de acuerdo con los jefes de la jerarquía papal. En sus concilios secretos, Satanás y sus ángeles gobernaron los espíritus de los hombres perversos, mientras que invisible acampaba entre ellos un ángel de Dios que llevaba apunte de sus malvados decretos y escribía la historia de hechos por demás horrorosos para ser presentados a la vista de los hombres. "Babilonia la grande" fue "embriagada de la sangre de los santos." Los cuerpos mutilados de millones de mártires clamaban a Dios venganza contra aquel poder apóstata".
Parte 3
"El más distinguido de todos los que fueron llamados a guiar a la iglesia de las tinieblas del papado a la luz de una fe más pura, fue Martín Lutero. Celoso, ardiente y abnegado, sin más temor que el temor de Dios y sin reconocer otro fundamento de la fe religiosa que el de las Santas Escrituras, fue Lutero el hombre de su época. Por su medio realizó Dios una gran obra para reformar a la iglesia e iluminar al mundo. A semejanza de los primeros heraldos del Evangelio, Lutero surgió del seno de la pobreza. Cuando a la edad de dieciocho años ingresó en la universidad de Erfurt, su situación era más favorable y se le ofrecían perspectivas más brillantes que las que había tenido en años anteriores. Lutero fue ordenado sacerdote y se le llamó del claustro a una cátedra de la universidad de Wittenberg. Las enseñanzas de Lutero despertaron por toda Alemania la atención de los hombres reflexivos. Sus sermones y demás escritos arrojaban rayos de luz que alumbraban y despertaban a miles y miles de personas. Una fe viva fue reemplazando el formalismo muerto en que había estado viviendo la iglesia por tanto tiempo".
"En el siglo XIV surgió en Inglaterra "la estrella matutina de la Reforma". John Wycliffe fue el heraldo de la Reforma, no sólo para Inglaterra, sino para toda la cristiandad. Fue el precursor de los puritanos; su época constituyó un oasis en medio del desierto. La mayor obra de su vida fue la traducción de las Escrituras al inglés. Esa fue la primera traducción completa de la Biblia a ese idioma que se haya hecho jamás. Como todavía el arte de imprimir era desconocido, sólo mediante una labor lenta y cansadora se podían conseguir ejemplares adicionales de la obra; pero eso fue lo que se hizo, y la gente de Inglaterra recibió la Biblia en su propio idioma. De ese modo la luz de la Palabra de Dios comenzó a proyectar sus brillantes rayos en medio de las tinieblas. Una mano divina estaba preparando el camino para la gran Reforma. Los escritos y las doctrinas del reformador se diseminaron por todas las naciones de la cristiandad. Su obra se extendió por Suiza y Holanda. Copias de sus escritos llegaron a Francia y España. En Inglaterra se recibieron sus enseñanzas como la Palabra de vida. La verdad también se extendió a Bélgica e Italia. Miles despertaron de su sopor mortal para participar de la alegría y la esperanza de una vida de fe".
"Por medio de los escritos de Wiclef, Juan Hus, de Bohemia, fue inducido a renunciar a muchos de los errores de Roma y a asociarse a la obra de reforma. Y de este modo, en aquellos dos países, tan distantes uno de otro, fue sembrada la semilla de la verdad. De Bohemia se extendió la obra hasta otros países; la mente de los hombres fue encauzada hacia la Palabra de Dios que por tan largo tiempo había sido relegada al olvido. La mano divina estaba así preparando el camino a la gran Reforma."
Parte 4
Mas entre los que resistieron las intrusiones del poder papal, LOS VALDENSES fueron los que más sobresalieron. En el mismo país en donde el papado asentara sus reales fue donde encontraron mayor oposición su falsedad y corrupción. Las iglesias del Piamonte mantuvieron su independencia por algunos siglos, pero al fin llegó el tiempo en que Roma insistió en que se sometieran. Tras larga serie de luchas inútiles, los jefes de estas iglesias reconocieron aunque de mala gana la supremacía de aquel poder al que todo el mundo parecía rendir homenaje. Hubo sin embargo algunos que rehusaron sujetarse a la autoridad de papas o prelados. Determinaron mantenerse leales a Dios y conservar la pureza y sencillez de su fe. Se efectuó una separación. Los que permanecieron firmes en la antigua fe se retiraron; algunos, abandonando sus tierras de los Alpes, alzaron el pendón de la verdad en países extraños; otros se refugiaron en los valles solitarios y en los baluartes peñascosos de las montañas, y allí conservaron su libertad para adorar a Dios".
"Los Valdenses se contaron entre los primeros de todos los pueblos de Europa que poseyeron una traducción de las Santas Escrituras. Centenares de años antes de la Reforma tenían ya la Biblia manuscrita en su propio idioma. Tenían pues la verdad sin adulteración y esto los hizo objeto especial del odio y de la persecución. Declaraban que la iglesia de Roma era la Babilonia apóstata del Apocalipsis, y con peligro de sus vidas se oponían a su influencia y principios corruptores. Aunque bajo la presión de una larga persecución, algunos sacrificaron su fe e hicieron poco a poco concesiones en sus principios distintivos, otros se aferraron a la verdad. Durante siglos de obscuridad y apostasía, hubo valdenses que negaron la supremacía de Roma, que rechazaron como idolátrico el culto a las imágenes y que guardaron el verdadero día de reposo. Conservaron su fe en medio de las más violenta y tempestuosa oposición. Aunque degollados por la espada de Saboya y quemados en la hoguera romanista, defendieron con firmeza la Palabra de Dios y su honor". "Tras los elevados baluartes de sus montañas, refugio de los perseguidos y oprimidos en todas las edades, hallaron los valdenses seguro escondite. Allí se mantuvo encendida la luz de la verdad en medio de la obscuridad de la Edad Media. Allí los testigos de la verdad conservaron por mil años la antigua fe".
"Los misioneros Valdenses invadían el reino de Satanás y los poderes de las tinieblas se sintieron incitados a mayor vigilancia. Cada esfuerzo que se hacía para que la verdad avanzara era observado por el príncipe del mal, y éste atizaba los temores de sus agentes. Los caudillos papales veían peligrar su causa debido a los trabajos de estos humildes viandantes. Si permitían que la luz de la verdad brillara sin impedimento, disiparía las densas nieblas del error que envolvían a la gente; guiaría los espíritus de los hombres hacia Dios solo y destruiría al fin la supremacía de Roma".
"El gran principio que sostenían estos reformadores -el mismo que sustentaron los valdenses, Wiclef, Juan Hus, Lutero, Zuinglio y los que se unieron a ellos- era la infalible autoridad de las Santas Escrituras como regla de fe y práctica. Negaban a los papas, a los concilios, a los padres y a los reyes todo derecho para dominar las conciencias en asuntos de religión. La Biblia era su autoridad y por las enseñanzas de ella juzgaban todas las doctrinas y exigencias. La fe en Dios y en su Palabra era la que sostenía a estos santos varones cuando entregaban su vida en la hoguera. "Ten buen ánimo -decía Látimer a su compañero de martirio cuando las llamas estaban a punto de acallar sus voces,- que en este día encenderemos una luz tal en Inglaterra, que, confío en la gracia de Dios, jamás se apagará." -Works of Hugh Latimer, tomo 1, pág. XIII.
"Siglo tras siglo la sangre de los santos había sido derramada. Mientras los valdenses sucumbían en las montañas del Piamonte "a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús," sus hermanos, los albigenses de Francia, testificaban de la misma manera por la verdad. En los días de la Reforma los discípulos de ésta habían sucumbido en medio de horribles tormentos. Reyes y nobles, mujeres de elevada alcurnia, delicadas doncellas, la flor y nata de la nación, se habían recreado viendo las agonías de los mártires de Jesús. Los valientes hugonotes, en su lucha por los derechos más sagrados al corazón humano, habían derramado su sangre en muchos y rudos combates. Los protestantes eran considerados como fuera de la ley; sus cabezas eran puestas a precio y se les cazaba como a fieras".
Fuente: Youtube
Hola DLB, Xq no aparecen los videos, q paso con ellos. o donde los puedo ver. gracias
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