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Cómo elegir lo que miramos en la pantalla

Por: Daniel Reynaud

L a gran variedad de canales diponibles a la menor presión de un botón con vídeos y filmes a los cuales podemos acceder las veinticuatro horas y los medios visuales en general presentan un verdadero dilema a los adventistas, pues gran parte de ellos parecen estar en franca oposición con nuestra fe.

La mayoría de los entretenimientos se caracterizan por la violencia, el sexo, un estilo de vida destructivo y el materialismo rampante Algunos adventistas responden al problema eliminando por completo la televisión, los vídeos y los filmes por considerarlos una fuente de corrupción.

Sin embargo, el aislarnos de los medios y de su valor potencial pareciera ser una actitud no realista. Sin una comprensión acabada de este tema, nuestro mensaje podría tornarse aislacionista e irrelevante y podríamos correr el riesgo de desconectarnos de la misma sociedad que debemos aceptar. Por supuesto, una aceptación irrestricta y complaciente de la oferta televisiva y cinematográfica definidamente no favorece al cristiano. ¿Sobre qué base, entonces, podemos elegir qué ver y qué no ver?

Los medios y los valores

En primer lugar, debemos entender cómo funcionan los medios. Demasiado a menudo, juzgamos los medios sobre la base de sus mitos populares, sin examinar realmente esos mitos. Resulta irónico que muchos de esos mitos son de hecho promovidos por los medios mismos, ya que sirven a su interés.

La preocupación primordial de los medios no es estética o moral. Aunque algunos productores tienen una agenda social o moral que apoyar como, por ejemplo, la tolerancia a la homosexualidad o una mayor aceptación de los enfermos de SIDA, en términos generales, los medios no presentan conscientemente un punto de vista. La razón de sus posturas sociales y morales generalmente uniformes se debe más que nada a las presiones comerciales en las que se desempeñan que a la conspiración de productores malignos.

A veces sentimos como audiencia que somos manipulados por productores que nos imponen sus opiniones. Sin embargo, si habláramos con ellos, veríamos que a menudo ellos sienten que dependen de audiencias volubles, cuyos gustos y deseos intentan constantemente entender y satisfacer. La historia de los medios está llena de ejemplos de filmes, programas televisivos y álbumes musicales cuyas ventas resultaron ser un fracaso. Estaban dotados de talento popular y una producción técnica de alta calidad pero, por alguna razón misteriosa, no lograron entusiasmar a sus audiencias. Como la producción de programas generalmente es muy costosa, los productores están continuamente buscando la fórmula mágica que les garantice un rédito a sus grandes inversiones. De allí la tendencia de crear una segunda parte de filmes exitosos. Sin embargo, los productores todavía no han podido descubrir qué es lo que hace que una producción resulte en un éxito o un fracaso.

Ahora que sabemos que los medios no se interesan primordialmente en transmitir valores, necesitamos establecer de qué tratan. Antes que nada, los filmes y la televisión son un negocio. Como negocio, su objetivo principal es ganar dinero, lo que logran de acuerdo con el número de espectadores; por lo tanto, intentan agradar al más amplio espectro posible de público. En la televisión, la recaudación más grande se lleva a cabo por medio de la publicidad. Si bien las mediciones de audiencia son importantes, más significativas aún son las opiniones de los publicistas. Podríamos mencionar varios programas populares que fueron eliminados del aire porque los publicistas consideraron que esos programas no eran un medio adecuado para sus productos. La función principal de la televisión es entretener pero, para los productores, es vender la atención de la audiencia a los publicistas.


Los publicistas desean encontrar en la televisión un marco adecuado para mostrar sus productos. Generalmente, esto significa representar a gente de raza blanca de clase mediaalta con un nivel de consumo más elevado que el común. El presentar personajes populares cuyo estilo de vida es un poco superior al nuestro anima el consumismo, que es lo que desean los publicistas. El materialismo rampante de la televisión, y hasta cierto punto su racismo (la raza blanca predomina) y sexismo (los hombres aparecen tres veces más en televisión que las mujeres y generalmente tienen los puestos de poder) son en gran medida el resultado de la necesidad de crear programas que apoyen la publicidad.

El cine, por el contrario, no depende de las ganancias obtenidas por la publicidad, por lo que su sistema de valores puede variar. Sin embargo, existen dos factores que lo acercan a los valores sociales aceptados, a saber, la necesidad de apelar a audiencias numerosas y la colocación de un producto. Este último es una forma de publicidad disfrazada, donde una compañía paga por recibir una cobertura favorable y significativa de su producto. Si una marca es visible en un filme, alguien probablemente pagó por ello. Esto sucede especialmente en el caso de las aerolíneas, los cigarrillos y el alcohol. De hecho, el cine tiende a enfatizar el consumismo egoísta y apoya las actitudes racistas y sexistas.

Para los cristianos, las cosas más notables en relación con la televisión y el cine suelen ser el sexo y la violencia, aunque a menudo dejamos de notar el craso materialismo tan arraigado en estos tipos de entretenimiento. La razón por la que ese materialismo no nos ofende es que tenemos los mismos valores. Y los medios logran influirnos especialmente cuando coinciden con nuestros valores, porque refuerzan lo que ya creíamos sin saberlo. Cuando los medios presentan algo objetable, solemos rechazar conscientemente esas ideas, minimizando su impacto.


Qué mirar

Ahora que conocemos el proceso que utilizan los medios para generar valores y hasta cierto punto la manera en que escapa a nuestra conciencia, podemos ocuparnos de nuestras elecciones. Inmediatamente surgen dos aspectos: ¿Qué mirar? ¿Cómo mirar? Nuestra elección debe estar complementada por una actitud y un proceso particulares si es que queremos mantener un sano enfoque cristiano de los medios. Creo que el “cómo” pone a nuestra disposición una gama de medios a una interacción cristiana positiva, sin la cual existen pocos medios recomendables para el cristiano. El “qué” es a la vez simple e imposible de responder. A menudo la gente quiere una lista de filmes aceptables. Eso se parecería demasiado a lo opuesto del “Index” (la lista de libros prohibidos por la Iglesia Católica durante y después de la Reforma). Sin embargo, los filmes apropiados pueden definirse de manera cualitativa y no cuantitativa. En otras palabras, pueden ser aceptables para una persona dentro de un contexto pero inaceptables en diferentes circunstancias. Es evidente que las diversas personalidades responden de manera diferente a filmes y programas particulares, como sucede con creaciones estéticas como la pintura, la música o cualquier otra. Deben tenerse en cuenta las diferencias de gusto como parte de la diversidad humana creada por Dios. Entonces, ¿cómo elegir un filme o un programa?

Yo preguntaría: ¿Refleja el mundo o parte de él? ¿Nos hace más sensibles al sufrimiento y al gozo, el dolor y el asombro? ¿Me pone en contacto con las emociones de otro? ¿Existe un mérito estético en su formación, calidad en sus procesos creativos, tal como la utilización del lenguaje o la yuxtaposición de imágenes? Cada una de estas características hace que un filme o programa sea pasible de alcanzar una reacción cristiana positiva.

La primera pregunta (¿Refleja el mundo?) nos pide que consideremos de qué maneras los medios nos permiten captar la condición humana. Debo enfatizar que la condición humana presentada no necesita ser positiva, dulce y alegre. Demasiado a menudo, los cristianos presuponen que las representaciones del mal son inapropiadas. Ha existido la tendencia de adoptar una visión tipo Disney del mundo, tanto literal como metafóricamente, lo cual no creo que sea correcto. Dios no tiene una visión falsamente romántica del mundo. La Biblia está llena de turbadoras imágenes del mal y allí está el secreto. Cuando la Biblia presenta el mal, lo muestra en todo su contexto, a menudo con ganancias a corto plazo, pero siempre con dolor a largo plazo. Los cristianos deberían rechazar los medios que ignoran la realidad del mal y sus consecuencias. Muchos programas son demasiado melosos, y muchos más, por el contrario, intentan cubrir el mal con un velo de romanticismo y “glamour” al mostrar que la mala conducta no tiene consecuencias negativas. Por lo general, los héroes se valen de la violencia para lograr sus fines o tienen múltiples relaciones sexuales sin sufrir el bagaje emocional que esa conducta acarrea.

Un programa que refleja el mundo, o al menos parte de él, nos debería poner en contacto con las experiencias de personas reales. La comprensión de la verdadera naturaleza del mal y del bien es valiosa para el cristiano. Nos hace más sensibles a las necesidades de los demás y a la naturaleza del conflicto espiritual en este planeta. Para ello, un filme no necesita ser realista. Algo parecido sucede con las parábolas de la Biblia que, sin ser literales, enseñan una verdad real.

La pregunta en relación con la estética es a menudo ignorada por los cristianos. Somos responsables de desarrollar la apreciación estética, porque es un don de Dios y un reflejo de su propio sentido de belleza. Por lo tanto, debemos considerar lo estético de un filme además de su dimensión ética.

Cómo mirar



Para comenzar a responder este importante interrogante, permíteme sugerirte algunas cosas. Recuerda que los medios giran en torno a valores comerciales. El saberlo nos hace más sensibles a su influencia y actúa como un freno a su efecto. De hecho, siempre deberíamos reflexionar en el sistema subyacente de valores de un filme determinado. A menudo, un filme posee tanto valores superficiales como subyacentes, que pueden oponerse entre sí. Por ejemplo, el filme reciente


El diario de Bridget Jones posee valores que a primera vista parecen apoyar actitudes libertinas, aunque sus valores subyacentes tienen que ver con la integridad y la identidad humanas. Con la actitud correcta, el filme puede sensibilizarnos acerca de las situaciones que enfrenta la gente secular de nuestros días. En forma superficial, puede ser visto simplemente como un entretenimiento o como una experiencia negativa. El ser conscientes de los valores de un producto puede ayudarnos a reaccionar de manera apropiada. También es de ayuda conocer los procesos de producción de un filme o un programa. Por ejemplo, el conocer las técnicas básicas de filmación puede ser una manera poderosa de entender qué métodos de persuasión utilizan los medios. Los ángulos de filmación, la iluminación, la edición y el sonido nos ayudan a reaccionar ante los personajes representados. Cuanto más conozcamos los procesos, podremos determinar mejor nuestra reacción.


He presentado este tema en el nivel universitario durante más de diez años, y la respuesta más común que he recibido es que los conocimientos de las técnicas de filmación producen en los alumnos un desprecio saludable por toda la basura que solían mirar, ya que discriminan mejor, tanto en sus elecciones como en sus reacciones. En otras palabras, sus conocimientos trasladan el centro del filme al espectador.


Existen otras formas de educar al espectador. Por ejemplo, la mayoría de los filmes y programas son reseñados por la prensa. Naturalmente, esto no necesariamente se hace desde una perspectiva cristiana. Los reseñadores tampoco actúan siempre con justicia. A menudo poseen una actitud elitista hacia el cine popular. Sin embargo, las reseñas opinan acerca de la oferta actual y son una fuente de conocimiento que capacita al espectador. Otra forma válida de mirar filmes desde una perspectiva cristiana positiva es discutirlos luego de verlos, analizando particularmente su sistema de valores. Esta práctica nos ayuda a desarrollar nuestra capacidad de comprensión, y el escuchar las posturas de los demás puede ampliar la nuestra, sensibilizándonos en aspectos que pudimos haber pasado por alto.


Conclusión


Permíteme concluir refiriéndome brevemente a dos filmes recientes relativamente populares: Shrek y Pearl Harbor. Tal vez no nos pongamos de acuerdo, pero al menos habremos considerado el valor de los filmes.


Mi reacción a Pearl Harbor fue muy negativa. Este filme, dirigido por expertos que se valieron de una técnica excelente, mostró claramente los horrores de la guerra, pero en mi opinión estas virtudes se velaban por debilidades importantes. El libreto está mal escrito y el argumento, sobrecargado de clichés. El tratamiento de los personajes y los temas son superficiales y fueron impulsados mayormente por la necesidad de resolver un triángulo amoroso. En muchos aspectos, me hizo recordar a Titanic, otro filme cuyas maravillas técnicas ocultó fallas similares. Lo que los desmejoró aún más fue la ilusión de mostrar algo histórico y real. Técnicamente, tenían muchos aspectos de realidad (por ejemplo, los barcos y los aviones parecían reales). Sin embargo, ambos usaron esto para vender un sistema de valores sentimental y superficial.


Por el contrario, Shrek es un ejemplo de un filme irreal que se ocupa de temas reales. Sus imágenes están generadas por una computadora, y todo el relato es una sátira de cualquier cuento de hadas que hayamos oído. Sin embargo, trata acerca de las relaciones humanas de una manera que refleja las complejidades de la vida real. Los personajes poseen valores en pugna que buscan la primacía y deben escoger. Al final, los personajes principales optan por relaciones basadas en la confianza y el perdón antes que las basadas en ganancias personales o las apariencias. El punto culminante del filme, cuando la princesa se transforma en una horrible criatura, similar a Shrek, enfatiza que los valores verdaderamente humanos no pueden estar basados en la mera apariencia. A pesar de un ocasional vocabulario inapropiado, el filme es pasible de una reacción positiva desde una perspectiva cristiana.


Daniel Reynaud (Ph.D., University of New Castle) es profesor titular en la Faculty of Arts, Avondale College, Cooranbong, Australia, y el autor de Media Values: Christian Perspectives on the Mass Media (Cooranbong: Avondale Academic Press, 1999).
Fuente: Dialogo Universitario
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