L a palabra "fin" que se traduce del término griego tellos, en ambos idiomas tiene dos significados: el de finalización de algo, o el de propósito u objetivo. Así decimos: "El accidente que dejó inválido a mi amigo puso fin a su carrera". Aquí el sentido es de terminación. Si decimos: "Viajé con el fin de solucionar aquel pleito", le damos a la misma palabra el sentido de propósito. En Romanos 10: 4, ¿cuál de los dos significados tiene la palabra Fin?
Si dijéramos que tiene el sentido de terminación de la ley, nos encontraríamos con que el apóstol se contradice a sí mismo, dado que a través de toda la epístola reconoce la vigencia de la ley de Dios.
En Romanos 7:7, dice que no habría sabido que la codicia era pecado "si la ley no dijera: No codiciarás". En Romanos 13: 9, 10 afirma que el amor al prójimo conduce a la obediencia de la ley de Dios, y cita cinco mandamientos: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio y no codiciarás; o sea, cita del sexto al décimo mandamiento. Y como para indicar que había otros que no mencionó, dijo: "y cualquier otro mandamiento. . .". En efecto, hay otros cinco. En el capítulo 2: 17-23, del mismo libro, vuelve a reconocer la existencia de la ley al citar el pecado del adulterio y la idolatría, pecados señalados por el séptimo y el segundo mandamiento, respectivamente.
En otras declaraciones de esta misma epístola, el apóstol Pablo demuestra que para él la ley de Dios seguía existiendo. En Romanos 3: 20 dice que "por la ley es el conocimiento del pecado". También afirma, dos veces, que donde no hay ley no puede haber pecado (Rom. 4: 15; 5: 13). Por lo tanto, cada vez que usa en su epístola la palabra pecado, se refiere a la desobediencia de la ley de Dios. Así pues, para el apóstol la ley existía y la llamó "santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Rom. 7: 12).
Al notar con tanta claridad que Pablo reconoce definidamente la existencia de la ley de Dios en ésta y en todas sus epístolas, no podríamos admitir que en Romanos 10: 4 dijera que la ley había terminado con Cristo. Por lo tanto, concluimos que en este pasaje la palabra "fin" tiene el sentido de "objetivo o propósito". "Porque el fin (propósito) de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree".
En efecto, advertidos por la ley de Dios, descubrimos que somos pecadores, o sea, desobedientes a los Diez Mandamientos. Al comprenderlo, encontramos que "la paga del pecado es muerte" (Rom. 6: 23), por lo cual sabemos que estamos perdidos. La Ley nada puede hacer para perdonar esos pecados, pero cumple su propósito: hacernos entender que necesitamos a Cristo, quien salvará a todo aquel que cree.
Fuente: Contestandotupregunta.org
Si dijéramos que tiene el sentido de terminación de la ley, nos encontraríamos con que el apóstol se contradice a sí mismo, dado que a través de toda la epístola reconoce la vigencia de la ley de Dios.
En Romanos 7:7, dice que no habría sabido que la codicia era pecado "si la ley no dijera: No codiciarás". En Romanos 13: 9, 10 afirma que el amor al prójimo conduce a la obediencia de la ley de Dios, y cita cinco mandamientos: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio y no codiciarás; o sea, cita del sexto al décimo mandamiento. Y como para indicar que había otros que no mencionó, dijo: "y cualquier otro mandamiento. . .". En efecto, hay otros cinco. En el capítulo 2: 17-23, del mismo libro, vuelve a reconocer la existencia de la ley al citar el pecado del adulterio y la idolatría, pecados señalados por el séptimo y el segundo mandamiento, respectivamente.
En otras declaraciones de esta misma epístola, el apóstol Pablo demuestra que para él la ley de Dios seguía existiendo. En Romanos 3: 20 dice que "por la ley es el conocimiento del pecado". También afirma, dos veces, que donde no hay ley no puede haber pecado (Rom. 4: 15; 5: 13). Por lo tanto, cada vez que usa en su epístola la palabra pecado, se refiere a la desobediencia de la ley de Dios. Así pues, para el apóstol la ley existía y la llamó "santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Rom. 7: 12).
Al notar con tanta claridad que Pablo reconoce definidamente la existencia de la ley de Dios en ésta y en todas sus epístolas, no podríamos admitir que en Romanos 10: 4 dijera que la ley había terminado con Cristo. Por lo tanto, concluimos que en este pasaje la palabra "fin" tiene el sentido de "objetivo o propósito". "Porque el fin (propósito) de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree".
En efecto, advertidos por la ley de Dios, descubrimos que somos pecadores, o sea, desobedientes a los Diez Mandamientos. Al comprenderlo, encontramos que "la paga del pecado es muerte" (Rom. 6: 23), por lo cual sabemos que estamos perdidos. La Ley nada puede hacer para perdonar esos pecados, pero cumple su propósito: hacernos entender que necesitamos a Cristo, quien salvará a todo aquel que cree.
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