Escrito por: RENé SALOMé
D ejar de fumar no es para nada fácil. Así como existe la industria del tabaco, hay también una industria paralela de productos y servicios para aquellos que quieren dejarlo, desde parches de nicotina hasta costosas sesiones de terapia. Pero, para abandonar el hábito, la herramienta fundamental no es externa, sino que está en el interior de cada uno: la creencia de que dejar es posible...
Para quienes necesiten una mano, el escritor, arquitecto, escenógrafo y dramaturgo mexicano Sergio García Ramírez acaba de publicar Mañana dejo. Escenas de la vida tabacal, una “comedia didáctica” que ofrece una perspicaz mirada sobre los consumidores de cigarrillos, con el objetivo de generar conciencia sobre los peligros del tabaco.
A través de un sólido hilo conductor, en esta obra de teatro se exploran diversas situaciones, desde lo dramático hasta lo cómico y tierno, sin emitir juicios, condenas o censuras, sino reflejando actitudes reconocibles en múltiples personajes en sus contextos familiares y sociales.
Dice uno de los personajes de Mañana dejo, que dirige un grupo de terapia para dejar el tabaco: “Es inútil tratar de que un fumador abandone el cigarrillo por temor a terribles sufrimientos futuros. Está comprobado que las imposiciones rígidas y poco meditadas no pueden ganarle a la adicción. La acupuntura, el láser, las pastillas, el control mental, los chicles antinicotina, los cigarrillos de lechuga y el electrónico que ahora se ve tanto solo tienen éxito en aquellas personas que creen que lo tendrán. Pero la gran mayoría deja de fumar durante un corto tiempo para luego reincidir. Lo siento mucho, Mabel, pero no hay solución mágica”.
Así empieza “Mañana dejo. Escenas de la vida tabacal”
Personajes del grupo de terapia
Tito: coordinador del grupo, entre 30 y 40 años.
Mabel: mujer sola y amargada, en los 40 años.
Fabián: estudiante en plena adolescencia.
Vanina: estudiante, novia de Fabián, quinceañera.
Graciela: coordinadora de grupo, en los 30 años.
Luis: muchacho flaco y bonachón, 26 años.
Oscar: padre de familia, entre 30 y 45 años.
Néstor: tanguero, entre 40 y 50 años.
Alejo: montañista, 50 años.
Yoli: empleada doméstica tanguera, de mediana edad.
Otros personajes: escolares, niños, encargado, vecina, esposa, etcétera.
Nota: esta obra está concebida para ocho o diez actores que interpretarán diversos roles, ya sean adultos, adolescentes o niños.
Mañana dejo
Actor —Estamos en una escuela primaria. (Se ilumina el patio donde los alumnos juegan.) Puede ser pública o privada. De niños ricos o de niños pobres, religiosa o laica. Sucede en el siglo pasado. La década del cuarenta, del cincuenta, del sesenta, del setenta y también llegando a nuestros días. (Desaparece.)
(Varios alumnos con guardapolvos hacen barullo. Se forman dos grupos, uno de niñas y otro de varones. Hablan casi en secreto como quien está planeando una maldad. Se ilumina el sector de las niñas.)
Niña I (Con un cigarrillo en la mano, invitando a una compañera.) —Dale una pitadita. Vas a ver qué bien te sentís.
Niña II (Quejosa.) —Pero es que... me da asco.
Niña I —Eso es solo la primera vez. Luego te acostumbrás.
Niña II (Insegura.) —Yo no sé para qué fuman...
Niña III —¿Cómo para qué? Para ser modernas.
Niña I (Reafirmando.) —Porque una mujer no puede ser menos que un hombre. Si los chicos lo hacen, ¿por qué no lo podemos hacer nosotras?
Niña III (Muy segura de lo que dice.) —Claro que sí. ¡Por eso! Para crecer y ser independientes, ¿entendés?
Niña I (Sabionda.) —Mi mamá fuma importados. Y mi papá habanos, que también les dicen toscanos.
Niña II —También hay mentolados, slims…
Niña I (Pícara.) —… hay negros y rubios, como los muchachos.
Niña III (Festejando.) —Ellos dicen el faso o el pucho y mi abuelo, que es muy elegante y culto, “pitillo”.
Niña II —Son todos cigarrillos para echar humo, ¿no?
(Baja la luz en el sector de las niñas y se ilumina el de los chicos.)
Chico I (Quejumbroso.) —Pero es que yo me mareo...
Chico II —¡Qué te vas a marear! Dale, así te cambia esa voz de pito y te sale la de hombre más pronto.
Chico I —Bueno, pero una probadita nada más, ¡eh!...
Chico III —Hay que ser macho y aguantar el primer mareo. ¿Vos no querés ser macho?
Chico I —Sí, sí...
Chico IV —Mirá, conseguí una colilla casi entera. Un viejo la tiró antes de entrar al banco. ¡Dame fuego!
Chico I (De nuevo dudoso.) —Pero es que yo...
Chico II —¡Qué yo ni qué nada! ¿No querés crecer en la vida? ¿No querés ser grande?
Chico I —Bueno, sí, pero es que me quema la garganta...
Chico III —Este es de buena marca. ¡La del camello!
Chico I —Pero a mí me dijeron que...
Chico II (Medio burlón.) —Dale, nene. Una pitadita. No tiene nada de malo. Si todos los grandes lo hacen. Mirá el profesor de quinto grado...
Chico III —Y mi primo que es un médico famoso.
Chico IV —¡Ah! También el director fuma...
Chico I —Y mi papá y todos mis tíos.
Chico II —Y todos los actores y cantantes famosos que aparecen en las películas y en las revistas.
Chico III —Ellos ya son grandes. Manejan autos y motos. Tienen todas las novias que quieren. Van a todos lados sin pedirle permiso a na die. ¡Triunfan en la vida!
(Suena el timbre del colegio y los chicos y niñas se dispersan. Se ilumina el salón de reuniones del grupo de terapia. Se escucha un por tazo y aparece una empleada de limpieza desaliñada, malhumorada y burlona portando plumero.)
Yoli (Ruidosamente acomoda seis sillas y un sofá doble. De vez en cuando levanta un papel del suelo.) —¡Cuánta basura, Dios Santo! ¡Cómo tragan caramelos! ¡Son grandes ya!... ¡Se morfaron un quiosco entero!... Si pongo un puestito en la entrada, seguro que gano más que deslomándome limpiando por hora... Y acá pegaron un chicle, ¡qué asco! (Saca de su bolsillo una espátula, despega el chicle y furiosa vuelve a desacomodar las sillas.) ¡Que se la arreglen como puedan! (Sale dando otro portazo.)
(La iluminación sube y van apareciendo los dos actores que hacen de coordinadores y los seis que participan en el grupo de terapia colectiva para dejar de fumar. El primero en entrar es Tito. Se sienta en el sofá doble, revisa papeles de un portafolio. Saca un block y lapicera.)
Tito (Para sí mismo.) —¡Qué desastre nos dejaron los del grupo de anoche!
(Entra Mabel sin ocultar un tono de enojo en la voz, lo mismo que en sus actitudes y movimientos. Duda en qué silla sentarse.)
Mabel —No, acá no... (Mueve ruidosamente una silla y amaga sentarse, pero no lo hace.) Aquí tampoco...
Tito (Amable.) —Buenas tardes, Mabel. ¿Cómo le va?
Mabel (Corrigiéndolo.) —¡Buenas noches! Ya son las ocho. ¿O no? (Decidida se sienta torpemente en el lugar más alejado del coordinador) Yo estoy muy bien. Gracias.
Hay un incómodo silencio hasta que con timidez entran Fabián y Vanina tomados de la mano. Saludan y se sientan junto a Tito.
Fabián —Buenas tardes... Buenas tardes...
Vanina —Buenas tardes... Buenas tardes...
Tito (Mirando a Mabel de reojo y subrayando con una sonrisa la corrección.) —Buenas noches. Ya es de noche. ¿O no?
Fabián (Sonriendo tímidamente.) —Sí, claro, pero como todavía hay luz de día...
Vanina (Sin soltar la mano de Fabián y mirándolo enamorada) —Sí, qué lindo es el verano, ¿no?
(Casi simultáneamente entran Luis y Graciela. Saludan con amplias sonrisas y se ubican en las dos sillas restantes.)
Graciela (A Tito.) —¿Comenzamos?
Tito —Sí, claro. Ya son las ocho y cinco.
Graciela (Recitando al grupo como una fórmula de inicio.) —Buenas noches a todos. Me llamo Graciela y mi compañero Tito. Somos los coordinadores de esta nueva reunión de Tabaco no. Para los que vienen por primera vez y para los que ya conocen nuestro sistema les repito que esta es una institución sin fines de lucro. Pueden participar tanto fumadores que están intentando abandonar el cigarrillo como quienes ya dejaron de fumar y necesitan apoyo para continuar en abstinencia. (Lo mira a Tito y hace un movimiento de cabeza cediéndole la palabra.)
Tito —Faltó aclarar que no somos psicólogos, ni vamos a interpretar nada de lo que aquí se exponga. Solo somos exfumadores entrenados para dirigir estas reuniones. Cuando les toque hablar, dicen su nombre para poder identificarnos, ¿estamos?... Bueno, y ahora sí podemos comenzar. Si alguno quiere hablar, por favor levante la mano... (Silencio tenso.) ¿Quién quiere comenzar?... (más silencio.)
Mabel (Levanta la mano con firmeza, mira a Tito, quien le hace una señal afirmativa con la cabeza) —Bueno... obviamente empezaré yo... (Malhumorada.) Me llamo Mabel y en realidad no sé qué es lo que hago aquí... Vengo desde hace más de tres meses y no hay caso... Yo pensé que me darían una solución, que me dirían cómo dejar de fumar y ya está... (Breve y tenso momento.) Ya conozco prácticamente a todos los coordinadores, pero ninguno ha sido capaz de darme una respuesta... (Entra Oscar un poco nervioso. Saluda con un gesto, acomoda y se sienta en la última silla que queda libre. Mabel lo mira disgustada y continúa luego de una pequeña pausa.) Cada vez que vuelvo a mi casa me pregunto a qué vengo si sigo fumando. Durante el día me repito una y mil veces que no volveré más a Tabaco no, que es una pérdida de tiempo... Pero, cuando se acerca la hora, no sé por qué regreso, y me siento una estúpida... Yo soy una fumadora social y para mí el cigarrillo es una gran compañía, en cambio aquí me siento sola. Todo lo que escucho son cosas que no tienen nada que ver conmigo... En realidad no quiero dejar de fumar y no sé por qué estoy aquí... Sí, debo estar loca... Eso es todo lo que tenía que decir... (Tenso silencio.)
Tito (Dirigiéndose a todos los presentes.) —¿Alguien quiere contestarle a Mabel…? (Silencio.) Bueno, yo debo decirle, como ya lo hemos repetido tantas veces, que no hay solución instantánea. En los cursos con los adventistas se dan ejemplos de personas que han perdido una pierna por el tabaco, infartados y otras enfermedades. De esta manera no se va al fondo del problema de nuestra dependencia. Solo se muestra el daño físico que puede ocasionarnos el tabaco. Es inútil tratar de que un fumador abandone el cigarrillo por temor a terribles sufrimientos futuros. Está comprobado que las imposiciones rígidas y poco meditadas no pueden ganarle a la adicción. (Pausa.) La acupuntura, el láser, las pastillas, el control mental, los chicles antinicotina, los cigarrillos de lechuga y el electrónico que ahora se ve tanto solo tienen éxito en aquellas personas que creen que lo tendrán. Por lo general son gente que tiene una dependencia física leve o moderada, cierto equilibrio psíquico y principalmente una fuerte motivación. Pero la gran mayoría deja de fumar durante un corto tiempo para luego reincidir. (Breve pausa.) Lo siento mucho, Mabel, pero no hay solución mágica. Primero que nada tiene usted que armarse de paciencia y no dejar de venir a las reuniones porque...
Mabel (Furiosa.) —¡¿Paciencia?! ¡Pero qué se piensa!...
Graciela (Interrumpiendo enérgica.) —¡¡¡Ah, ah, ah!!!
Mabel —¡Sí, ya sé! ¡Ya sé!... No se puede interrumpir hasta que no le den a uno la palabra. Me callo la boca... No he dicho nada... No he dicho nada... (Sarcástica.) ¡Son las santísimas reglas del orden en la reunión!
(Oscar hace a Tito una insistente señal y este lo anota en la lista.)
Tito (Continúa.) —Para dejar de fumar con éxito hay que sentir íntimamente la necesidad de hacerlo. Venir a estas reuniones en las que todos tenemos el mismo objetivo y esperar a que se produzca “el clic”. Hay quienes dejan de la noche a la mañana, quienes logran dejarlo en uno o dos meses y hay otros que lo intentan hace meses y aún luchan. (Momento reflexivo en el grupo.) Bueno, ahora sigue... (Mira en su lista.) Oscar... No, perdón. Primero está Vanina...
Vanina (Muy tímida.) —No, bueno, yo... Lo que yo iba a decir era eso mismo que usted ya le dijo a Mabel. Que tuviera paciencia...
Mabel (Para sí misma y poniendo mala cara.) —¡Y dale con la paciencia! Una se harta de escuchar tanta estupidez. Parecen discos rayados. ¡Buenas noches! (Se levanta y sale. Se escucha un portazo. Se miran todos perplejos.)
Tito (Como si nada hubiese pasado.) —Bueno y ahora está... (Consulta su lista.) Luis. (Le cede la palabra con una sonrisa.)
Luis (Muy correcto se dirige al grupo.) —Sí, gracias, Tito... Yo soy Luis y hace ya casi un año que vengo a Tabaco no. Yo me sentía mal por que todo el mundo en la oficina y en otros lugares hablaban de dejar de fumar, de hacer una vida más natural y esas cosas, ya saben. Yo dejé relativamente rápido. Le dije adiós al tabaco sin sentir nada especial. No me pasó como a Vanina que volvió a sentir el aroma de las flores, ni como a otros que dicen que ahora pueden subir las escaleras sin fatigarse, o los que volvieron a tener memoria o los que no se cansan más de la vista... Bueno, en síntesis, de todas esas alegrías y recuperaciones físicas yo no gocé de ninguna aunque estaba contento por haber dejado el pucho. Bueno, pues ayer por fin tuve una enorme satisfacción. Me la mandó Dios y todavía estoy sacudido... (Se le ponen los ojos vidriosos.) Discúlpenme, pero es difícil... La cuestión es que el domingo pasado, como todos los domingos, luego del desayuno bajé con mis hijos al parque frente a casa mientras mi mujer terminaba de arreglarse para salir de paseo... (Luces y sonido indican cambio a escenificación.)
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Fuente: infobae
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