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¿Debemos involucrarnos en política? (Parte 2/2)

En el tema anterior presenté tres conclusiones de los consejos inspirados sobre el tema del voto. Estas fueron: (1) debemos votar “del lado de la temperancia y de la virtud”; (2) si usted vota, “Guardad en secreto el modo en que votáis. No sintáis que es vuestro deber instar a todos a hacer como hacéis vosotros”; (3) debemos estar libres de contiendas políticas y corrupción. Después de haber considerado estos puntos, todavía persisten algunas inquietudes. ¿Pueden los Adventistas del Séptimo Día participar en ciertos aspectos de la política con buena conciencia? ¿Debemos ayudar siempre en la preparación de las leyes?, si es así, ¿cómo? ¿Es siempre apropiado tener cargos públicos, ya sea electivos o por nombramiento?  

Primero consideremos la política. Urías Smith, al ver la situación política de nuestro país [Estados Unidos] en 1884, escribió con perspicacia y pesimismo: Fraude, deshonestidad, usurpación, embuste, engaño y robo, describen ampliamente el registro; y el partido que haga más de esta obra será el que probablemente gane. –Review and Herald, 15 de julio de 1884. Unos años después, Jorge C. Tenney, coeditor de la Review con Urías Smith, definió “política pura” como lo hace el diccionario, como algo que “abarca las ciencias y los principios del buen gobierno. 

La política económica, la ciencia política, la filantropía y el gobierno civil –de hecho, cada rama de la política y de los asuntos públicos- están incluido en las políticas puras”. Si la política como se la practica generalmente fuera así de “pura”, no tendríamos nada en su contra. Pero debemos concordar con el pastor Tenney que la política, como se la conoce generalmente, ha “llegado a ser un nombre para la demagogia, un sistema de red personal para auto promoverse, una cobertura para la sofistería [y] el engaño”, con políticos que generalmente tienen un “deseo ardiente por ocupar los puestos y sus despojos” y legisladores motivados “por considerar sólo –la propuesta de re-elección”. (Ibíd.., 6 de abril de 1905). L. A. Smith, otro coeditor, comparó la organización política con un ejército, cuando dijo: Todos pueden comprender porqué es que un ejército puede vencer fácilmente una muchedumbre, y las mismas razones pueden explicar porqué la maquinaria política vence tan fácilmente los movimientos de reforma del pueblo. La maquinaria política es un ejército organizado y plenamente disciplinado; el pueblo es un cuerpo desorganizado. –Ibíd., 6 de abril de 1905. 

Continúa: La única forma que el elemento de reforma puede tratar con éxito esta maquinaria será organizándose y poniendo en el campo su propia maquinaria, e iniciando los métodos de trabajo de una máquina; pero es en la maquinaria política que descansa todo el mal. –Ibíd. ¿Han actualizado las décadas pasadas las declaraciones mencionadas? No, si hemos de creer a los comentadores actuales interesados en el escenario político. Al establecer estos hechos de la vida política, los comentarios tajantes de E. G. de White surgen claramente: El Señor quiere que su pueblo entierre las cuestiones políticas… No podemos votar sin peligro por los partidos políticos… Dejar a un lado las cuestiones políticas… Es un error de vuestra parte unir vuestros intereses con algún partido político, para echar vuestro voto en su favor. –Obreros evangélicos, pp. 407, 408. Note que las declaraciones anteriores no excluyen el voto. Si votamos, debe ser sobre la base de las calificaciones personales de un candidato, no porque lleva la etiqueta de cierto partido. Lo que podríamos llamar un voto por un “determinado partido político” está claramente condenado. 

Si votamos, debemos votar inteligentemente. Pero es claro que las cuestiones políticas no deben ingresar a la iglesia, ni deben absorber nuestro tiempo y atención la infatuación política, las luchas y la excitación política. No debemos vestirnos con insignias políticas En una declaración que se publicó inicialmente en un folleto de 1899, E. G. de White dijo que no debemos votar por los hombres que “usan su influencia para reprimir la libertad religiosa”, porque si lo hacemos, somos “participantes con ellos de los pecados que cometen mientras están en el cargo”. “No podemos tomar parte con seguridad de ningún esquema político”, dijo. Los cristianos “no vestirán insignias políticas”. Aconsejó que los maestros “que se distinguen por su celo en la política, deben ser destituidos sin demora de su trabajo”, y “deben quitarse las credenciales a los miembros del ministerio que deseen destacarse como políticos”. –Obreros evangélicos, pp. 408, 410. Pero, ¿qué acerca de la participación personal en crear leyes? ¿Podemos tener un cargo y no violar nuestras responsabilidades como cristianos? Hay dos declaraciones de E. G. de White que merecen un estudio cuidadoso.

 En La educación, p. 262, leemos: Más de un muchacho de hoy día que se esté desarrollando como lo hacía Daniel en su hogar de Judea, estudiando la Palabra de Dios y sus obras, y aprendiendo lecciones de servicio fiel, se hallará aún ante asambleas legislativas, en tribunales de justicia o en cortes reales, como testigo del Rey de reyes. Es evidente que este testimonio no se encuentra limitado a apariciones ocasionales en favor de asuntos específicos, pues incluye la participación en las decisiones legislativas, considerando otro testimonio que dio E. G. de Whiteen un sermón a los maestros y estudiantes del Colegio de Battle Creek, el 15 de noviembre de 1883. Ella dijo: ¿Han pensado lo que no se atreven a expresar, de que un día… pueden sentarse en los concilios deliberantes y legislativos y ayuden a dictar leyes para la nación? No hay nada de malo en esas aspiraciones. –Mente, carácter y personalidad, tomo 1, p. 378. E. G. de White continúa explicando las circunstancias bajo las cuales es apropiado aceptar tales responsabilidades. Dijo que no debemos contentarnos con metas bajas, sino que debemos recordar que “El temor del Señor es fundamento de toda verdadera grandeza”. 

Debemos poner “todos los intereses y las exigencias temporales en sujeción a las demandas superiores del Evangelio de Cristo”. También indicó que como “discípulos de Cristo, no se os priva de emprender ocupaciones temporales, pero deberíais llevar vuestra religión con vosotros”. Y, “equilibrados por el principio religioso, podéis ascender a la altura que queráis”. Note que el ascenso debe estar “equilibrado por el principio religioso”. Más aún, los talentos y las facultades que Dios nos otorgó no deben ser pervertidos “para hacer mal y destruir a otros” o usarlas “para extender la corrupción y la ruina moral”. Más bien, nuestras responsabilidades debemos desempeñarlas “fiel y concienzudamente”. (Véase Mensajes para los jóvenes, pp. 33, 34).  

No rige para cargos públicos 


Parece bastante claro, entonces, que el consejo de los escritos del Espíritu de Profecía no rige para los cargos públicos y, de hecho, declara que algunos adventistas tendrán cargos públicos. Las motivaciones egoístas no deben gobernar, y el que tiene un cargo público debe recordar siempre que “todos los intereses y las exigencias temporales” deben mantenerse “en sujeción a las demandas superiores del Evangelio de Cristo”. ¡Cuán prácticos y sencillos son estos principios guía! No tienen porqué ser mal entendidos por nadie. La elección de Adventistas del Séptimo Día para los cargos públicos lleva más de 88 años. Una editorial inusual de Urías Smith decía: “El pastor William C. Gage fue elegido alcalde de la ciudad de Battle Creek”. 

La editorial continua explicando que los defensores de la temperancia en la ciudad se habían sentido traicionados por los que ejercían cargos públicos en ese momento, y cuando no se pudo persuadir a ningún otro hombre para que asumiera en contra de ese gobierno, se acercaron al pastor Gage. La editorial continúa: “Cuando parecía que renunciar absolutamente sería opacar los intereses de la causa de la temperancia, él aceptó y el pueblo ratificó su nombramiento, dándole la mayoría”. –Review and Herald, 11 de abril de 1882. 

Urías Smith y G. I. Butler, presidente de la Asociación General, parecieron oponerse por la elección de Gage. En el mismo número de la Review, el pastor Butler llamó a apoyar las cuestiones de temperancia de esos días, pero advirtió: “No tenemos tiempo ni habilidad para gastarlos en la arena de la política mientras la causa de Dios languidece”. Los dos hombres expresaron sus convicciones de que los adventistas normalmente no debían involucrarse en política. El pastor Butler declaró además que aunque favorecemos la temperancia, debemos ser cautos “en cuanto a ser absorbidos y llevados por las excitaciones que esto conlleva o por cualquier otra cuestión” (Ibíd.). Con seguridad, este consejo es apropiado a la luz de las cuestiones sociales y políticas actuales. 

Podría ser interesante notar que a la mitad de su período de un año como alcalde, Gage fue reprochado severamente por E. G. de White. Ella dijo: “Ha sido una maldición para la iglesia de Battle Creek”. Agregó: “Advertí al pueblo de Dios sobre que tomaran a este hombre como su modelo”. –Special Testimony to the Battle Creek Church [Testimonio especial para la Iglesia de Battle Creek], 30 de noviembre de 1882, p. 6. 

La Biblia tiene algunos consejos valiosos sobre la cuestión de servir al gobierno civil. Había gobernantes rectos y justos en los tiempos bíblicos, y también estaban los crueles e injustos. El verdadero hombre de estado está bien alejado del político corrupto, y hay muchos hombres nobles que ocupan cargos en el gobierno del mundo. Aunque ambos deben servir en posiciones similares e idénticas. ¿Qué hace la diferencia? Obviamente, el hombre hace al cargo, no el cargo al hombre. José consideró su posición en el gobierno de Egipto como el resultado directo de la conducción de Dios. Al tratar de calmar los temores de sus hermanos después de la muerte de su padre, les dijo: “Dios me ha puesto por señor de todo Egipto” (Gén 45:9). “ Para salvar vidas me envió Dios delante de vosotros” (verso 5). Daniel y sus tres compañeros hebreos fueron elegidos de entre los cautivos en Babilonia para ser entrenados en el liderazgo civil. No rechazaron esta educación. 

Después que Daniel fue promovido como gobernante “de toda la provincia de Babilonia y jefe supremo de todos los sabios de Babilonia”, pidió que sus tres amigos pudieran ser puestos en “los negocios de la provincia de Babilonia”, y el pedido fue concedido (Dan 2:48, 49). Los tres compañeros fueron promovidos nuevamente después pasar por el fuego ardiente (Dan. 3:30). No rechazaron servir. El siguiente gobernante de Babilonia, Belsasar, hizo a Daniel el tercero al mando en el gobierno después que él interpretó la escritura en la pared durante el banquete, y pocas horas antes que Belsasar fuera vencido por Darío (capítulo 5:29). Darío, el Medo, reconoció el liderazgo de Daniel y lo hizo el principal de los tres presidentes de todo su reino (capítulo 6:2). Posteriormente, Daniel fue objeto de los celos de los otros presidentes y príncipes cuando Darío estaba considerando darle todo el poder. Esto fue lo que lo llevó a ser colocado en el foso de los leones. Cuando enfrentó esta prueba exitosamente, él “prosperó durante los reinados de Darío” (versículo 28). Es obvio que Daniel no rechazó las responsabilidades civiles cuando fue llamado a servir. Y, por supuesto, está el judío Mardoqueo, quien “estaba sentado a la puerta del rey” y era uno de los sirvientes del rey Asuero (Ester 2:19; 3:3). La puerta del rey era un lugar donde los negocios de la realeza se realizaban, y los oficiales estaban allí. Cuando se le dio una oportunidad para reemplazar a Amán, quien había sido colgado, no la rechazó. Eventualmente fue colocado después como el segundo después del rey (capítulo 10:3). Ester, por supuesto, era reina durante ese tiempo. Pocas generaciones después, Esdras y Nehemías actuaron como sirvientes civiles en sus respectivos gobiernos. 

En el Nuevo Testamento aparece lo que podría denominarse la lista de las responsabilidades cívicas cristianas (Rom 13). Destaca que las autoridades “por Dios han sido establecidas” y a la luz de esto, “quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste” (versículos 1, 2). Continúa diciendo: “ Los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno y serás alabado por ella, porque está al servicio de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme, porque no en vano lleva la espada, pues está al servicio de Dios para hacer justicia y para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia” (versículos 3-5). Los tributos e impuestos se aprueban definidamente al ser requeridos en forma apropiada por el gobierno civil (versos 6, 7).  

Responsables hasta el regreso de Cristo 


Pronto, algún día, la profecía de Daniel 2 hallará su cumplimiento en el regreso de Cristo, y “el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido”, un reino que “desmenuzará y consumirá a todos estos reinos”. Será un reino que “permanecerá para siempre” (versículo 44). Pero hasta ese momento, los seguidores de Cristo continúan teniendo una responsabilidad para con “César”. A manera de resumen citamos una parte de una editorial que apareció en la Review and Herald del 13 de septiembre de 1928. 

El pastor F. M. Wilcox, por mucho tiempo líder de iglesia y editor, escribió: La Iglesia Adventista del Séptimo Día no busca dictar a sus miembros cómo deben votar o si no deben votar en absoluto. Se deja a cada uno actuar bajo su propio juicio en el temor de Dios. Se nos ha dicho por la sierva del Señor que no debemos unirnos con partidos políticos, que no debemos agitar cuestiones políticas en nuestras escuelas o instituciones. Por otro lado, se nos ha instruido por la misma autoridad, que cuando ciertas cuestiones morales, tales como prohibición, estén involucradas, los “defensores de la temperancia fallarán en hacer su tarea en forma completa a menos que ejerzan su influencia por precepto y ejemplo –por medio de la voz, la pluma y el voto- a favor de … la abstinencia total”. 

Esta instrucción no es una orden, se deja a cada uno la determinación personal de lo que debe hacer. Mientras que un miembro de la iglesia tiene el derecho, si así lo desea, de dar su voto, la iglesia como tal debe quedar completamente al margen de la política. Una cosa es que los miembros de la iglesia voten individualmente, y otra cosa es que estos mismos individuos se propongan influir en alguna medida en la política en los edificios eclesiásticos. 

 Fuente: Contestandotupregunta.org

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3 comentarios:

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