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La homosexualidad y La Biblia (Parte 1/3)



Por: Richard M. Davidson

E n medio del vigoroso debate sobre la homosexualidad y la Biblia, para algunos podría resultar tentador preguntarse: “¿Por qué tanto alboroto? ¿No se trata acaso de discutir tan solo un par de pasajes en el críptico libro de Levítico y su aplicación actual? No parece algo importante. ¿Es quizá una cuestión de definición de la palabra matrimonio? ¿Cuál es el problema de que digamos que esas uniones son un ‘matrimonio’?” Por cierto, la pregunta exige una respuesta directa, por lo que en pocas palabras, mi respuesta es que existen cuestiones bíblicas y teológicas
fundamentales en juego...

¿Qué hay en juego desde el punto de vista hermenéutico? La autoridad de las Escrituras y el principio de sola Scriptura. La Reforma Protestante y más tarde el Movimiento Adventista fueron fundados sobre el principio básico de sola Scriptura. En último término, todas las cuestiones de fe y práctica tienen que ser juzgadas solamente por las Escrituras. “¡A la ley y al testimonio! Si no dicen conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20). Para los cristianos que creemos en la Biblia, esta es la norma final de la verdad según la cual se evalúa toda doctrina y experiencia (2 Timoteo 3:16, 17; Salmos 119:105; Proverbios 30:5, 6; Isaías 8:20; Juan 17:17; 2 Tesalonicenses 3:14; Hebreos 4:12).

Las escrituras brindan el marco, la perspectiva divina y los principios esenciales de cada rama del conocimiento y la experiencia. Todo conocimiento, experiencia o revelación adicional tiene que ser edificada y permanecer fiel al fundamento autosuficiente de las Escrituras. Todas las demás autoridades tienen que subordinarse a la suprema autoridad de la Palabra de Dios. A partir de los versículos sobre el modelo divino en el Edén y más tarde la práctica homosexual, se hace evidente que las Escrituras ofrecen una condena sistemática y clara de las prácticas homosexuales. No solo se presenta en toda la Biblia una condena de las prácticas homosexuales, sino que numerosas líneas de evidencia conectadas con la legislación levítica señalan la naturaleza universal (transcultural) y permanente (transtemporal) de las prohibiciones contra las actividades homosexuales. Como lo resume Richard Hayes: “El testimonio bíblico contra las prácticas homosexuales es unívoco […]. Las Escrituras no ofrecen lagunas jurídicas o cláusulas de excepción que podrían permitir la aceptación de las prácticas homosexuales en algunas circunstancias. A pesar de los esfuerzos de algunos intérpretes recientes de encontrar una explicación a las evidencias, la Biblia sigue sin dejar lugar a dudas a la hora de condenar las conductas homosexuales”.

El testimonio de las Escrituras en relación con la homosexualidad no constituye un punto oscuro y menor dentro del corpus bíblico, que pueda ser descartado como periférico para los intereses más abarcadores de la Biblia. Forma parte más bien de los valores fundamentales de las Escrituras. Robert Gagnon señala que entre los valores centrales se encuentran valores sostenidos (1) de manera constante –al menos implícitamente; (2) de manera absoluta –sin excepciones, y (3) de manera sólida –respecto de su significación. Esto se aplica de manera especial en las instancias en las que esos valores emergieron en oposición a las tendencias culturales predominantes, y prevalecieron en la iglesia durante dos milenios. La limitación de las relaciones sexuales aceptables a una pareja sexualmente complementaria y la firme aversión por las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo es uno de esos valores.5

En el debate actual, están los que se apoyan con decisión en las evidencias de la ciencia –en particular en los hallazgos de las ciencias sociales– para sostener que muchos homosexuales nacen con esas tendencias y orientación, y que es imposible que esas personas cambien. En consecuencia, a la luz de la ciencia, la postura bíblica contra las prácticas homosexuales ya no es defendible o relevante dentro de la sociedad moderna. Como respuesta decimos que estudios científicos, como los de Mark Yarhouse presentan evidencias de que a veces es posible un cambio de orientación sexual y que, aun si la atracción u orientación no cambia, un número significativo de homosexuales pasan de la práctica a una postura de castidad. Pero aun así permanece la pregunta hermenéutica de fondo: ¿Qué autoridad tiene la última palabra? ¿La ciencia o las Escrituras? Los adventistas creemos que en los últimos días no podremos confiar ni siquiera en nuestros sentidos, sino que tendremos que depender plenamente de Dios, por más que los milagros y las falsificaciones se arremolinen a nuestro alrededor. ¿Creemos realmente en la sola Scriptura, y que todas las autoridades tienen que ser probadas a la luz de las Escrituras?

En el debate actual, los que provienen de una perspectiva posmoderna citan sus experiencias personales. Describen cómo se vieron liberados del temor y la frustración, para pasar a disfrutar de la libertad que significó abrazar su orientación homosexual y adoptar un estilo de vida homosexual activo. La experiencia personal llega a ser la norma por la cual juzgamos el carácter apropiado o no del estilo de vida.

Pensemos en Eva junto al árbol; Dios había sido claro: no coman del árbol. Pero con sus insinuaciones, la serpiente hizo que Eva dudara: ¿Dijo Dios realmente que no coman del árbol? ¿No saben que en realidad no fue loque quiso decir? Él está tratando de que se pierdan algo bueno. Piensen en mi experiencia: comí del fruto del árbol prohibido y puedo hablar. Imaginen lo que pasaría si comieran; serían como Dios. El relato bíblico dice: “Al ver la mujer que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría, tomó de su fruto y comió” (Génesis 3:6). Eva confió en las evidencias empíricas, la experiencia personal y el razonamiento de la serpiente, en lugar de confiar en la Palabra de Dios. Sobre el mundo se abrieron las compuertas de la tragedia.

Lo mismo sucede hoy en relación con el tema de la homosexualidad. ¿Qué es lo que está en juego? El principio de sola Scriptura.

El principio de tota Scriptura. No es suficiente afirmar la autoridad final de las Escrituras. Al igual que Martín Lutero, quien abogó por la sola Scriptura pero no aceptó las Escrituras en su totalidad, algunos han terminado con un “canon dentro del canon”.
Para Lutero implicó despreciar la epístola de Santiago como si fuese una “epístola de paja” al igual que otras porciones de las Escrituras.

No obstante, el testimonio que las Escrituras dan de sí mismas es claro: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16, 17). Toda la Escritura, no solo una parte, es inspirada por Dios.

Dentro del debate actual, los que afirman que una porción de las Escrituras –por ejemplo, donde dice de que en Cristo “no hay hombre ni mujer” (Gálatas 3:28)– es el pasaje clave, o que un principio como el amor es la norma general, hacen de este pasaje o principio un “canon dentro del canon” para descartar o ignorar otras evidencias pertinentes al tema. Al hacer esto, el concepto mismo de amor es sacado de su contexto bíblico, y su significado se ve distorsionado. En este debate, otros explícitamente dejan de lado ciertos datos por considerarlos irrelevantes o pasados de moda. ¿Qué está en juego aquí? El principio de sola Scriptura: la totalidad de las Escrituras.

La unidad y armonía de las Escrituras. Un tercer principio hermenéutico fundamental que está en juego es “la analogía (o armonía) de las Escrituras” (analogia Scripturae).Como todas las Escrituras son inspiradas por el mismo Espíritu, y todas ellas son la Palabra de Dios, existe unidad y armonía entre sus diversas secciones. Los escritores del Nuevo Testamento consideran que las Escrituras del Antiguo Testamento son armoniosas y de igual autoridad divina. Apoyan este hecho al citar diversas fuentes del Antiguo Testamento; por ejemplo, en Romanos 3:10 al 18 se cita varias veces el Eclesiastés (7:20), los Salmos (14:2, 3; 5:10; 140:4; 10:7;36:2) e Isaías (59:7, 8). Las Escrituras son consideradas como un todo inseparable y coherente y dada esta unidad subyacente, una parte interpreta a la otra y se convierte en la clave para entender pasajes relacionados. La Escritura es entonces su propia expositora (Scriptura suiipsius interpres). O como lo expresó Martín Lutero: “Las Escrituras son su propia luz”. Jesús demostró este principio en camino a Emaús, cuando “comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Horas después, en el aposento alto, Jesús señaló que “‘era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos’. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras” (Lucas 24:44, 45).

Pablo expresó ese mismo principio en 1 Corintios 2:13 (NVI): “Esto es precisamente de lo que hablamos, no con las palabras que enseña la sabiduría humana sino con las que enseña el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos espirituales”(el énfasis es mío). Esto no significa encadenar una lista de pasajes probatorios sin tomar en cuenta sus contextos. Pero como las Escrituras tienen en último término un solo Autor divino, es fundamental reunir todo lo que está escrito sobre un tema en particular y analizar todos los aspectos. Parte de la analogía o armonía de las Escrituras es el principio de la coherencia. Jesús lo expresó en forma sucinta cuando dijo: “La Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35). Al tener un solo Autor divino, sus diversas partes poseen coherencia entre sí; no podemos poner a la Escritura contra la Escritura. Todas las doctrinas poseen coherencia entre sí, y las interpretaciones de pasajes individuales armonizan con la totalidad de las enseñanzas sobre un tema determinado.

En contraste con este principio de unidad/armonía/coherencia de la Escritura, algunos partidarios del estilo de vida homosexual sostienen que ciertos pasajes de la Biblia son contradichos por principios abarcadores, y que se pueden dejar de lado esos pasajes contradictorios. Otros sostienen que diversos pasajes no son coherentes ni están en armonía entre sí y que, en consecuencia, necesitamos pasar a los principios generales de amor, tolerancia o igualdad para decidir sobre la cuestión. Pero aun los no creyentes han reconocido que en relación a la conducta homosexual, la Biblia habla con claridad para condenarla sistemáticamente.

Por ello, están en juego los principios básicos de la hermenéutica evangélica protestante: sola Scriptura, tota Scriptura y la unidad y armonía de la Escritura, que permite que sea su propia expositora. Si rechazamos estos principios basados en la Biblia, quedamos a la deriva para interpretar todas las otras doctrinas que dependen de la fiel aplicación de estos principios.

Por otro lado, si aceptamos los principios de sola y tota Scriptura y la unidad de la Escritura, esta llega a ser a vía hacia la paz y el poder...

Continua en La homosexualided y La Biblia (Parte 2/2)

Fuente: Dialogo Universitario


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