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¿ Qué está en juego desde el punto de vista doctrinal? Analicemos algunas de las doctrinas bíblicas que están en juego en este debate sobre la conducta homosexual.
La doctrina de la creación, en particular la doctrina de la humanidad como imago dei. En Génesis 1:26, 27 “se alcanzan tanto el punto como el objetivo culminantes hacia los cuales se dirige toda la creatividad de Dios desde el versículo 1” Con excelsa grandeza, se describe aquí la creación de la humanidad (hd’addm) como la imagen de Dios: “Entonces dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra’. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26, 27).
La distinción sexual entre el hombre y la mujer y la comunión de la raza humana como hombre y mujer son fundamentales para lo que significa ser hechos a imagen de Dios. Como lo expresa Karl Barth: “No podemos decir hombre [raza humana] sin tener que decir hombre o mujer y también hombre y mujer. El hombre [la raza humana] existe con esta diferenciación,
con esta dualidad”
El modo de la existencia humana en la imagen divina es la del hombre y la mujer juntos. En Génesis 1, “se proclama inmediatamente la heterosexualidad como el orden de la creación”. Por cierto, la práctica homosexual afecta las raíces mismas del orden de la creación divina para los humanos creados a su imagen. La razón de ser de las prohibiciones de Levítico 18 y 20 –incluida la conducta homosexual– descansa sobre los principios fundamentales del orden de la creación de Génesis 1:27, 28: la creación de toda la humanidad a imagen de Dios como “varón y hembra”, únicos y diferenciados del resto de la creación divina, y la orden de “fructificad y multiplicarse”, de “llenar la tierra”. “Estos principios describen el orden y la estructura de la humanidad en dos relaciones: con Dios y con la sociedad. Todas las leyes de Levítico 18 pueden ser entendidas como violaciones de esos principios”.11 Las actividades proscriptas en Levítico 18 y 20 son descritas como “abominaciones”, porque las prácticas homosexuales violan el orden divino de sexos establecido en Génesis 1:27 y 2:24.
Esta conexión con el orden de la creación queda implícito en la repetición de la frase, en Levítico 18:22 y 20:13, “no te acostarás con varón como con mujer”. Esa fraseología está vinculada intertextualmente con Génesis 1:27 y 2:24. En Levítico 18:22 y 20:13, la actividad homosexual es considerada como una abominación que se rechaza principalmente porque significaba “comportarse hacia otro hombre como si fuera un mujer, haciéndolo objeto de deseo sexual masculino. Esto es abominación, una violación abominable de los límites sancionados por la divinidad, en este caso, de límites de los sexos establecidos en la creación”. La prohibición de las relaciones homosexuales no es una cuestión de estatus de sexo (honor masculino o jerarquía), como algunos podrían afirmar, sino que se refiere a “una distorsión del sexo mismo, según fue creado y ordenado por Dios”. Childs capta esta razón de ser bíblica y su implicación para el presente: “El intento reciente por parte de algunos teólogos de hallar una apertura bíblica para las prácticas homosexuales, se encuentra en marcada desarmonía con la comprensión que tiene el Antiguo Testamento de la relación entre el hombre y la mujer. La cuestión teológica va mucho más allá de citar textos ocasionales que condenan la práctica […]. Las perspectivas del Antiguo Testamento ven a la homosexualidad como una distorsión de la creación, que cae en las sombras que escapan a la bendición”.
Los adventistas defendemos con toda razón la doctrina de la creación contra los ataques de los que quieren negar la creación literal en seis días según se describe en Génesis 1 y proponer alguna forma de evolución teísta para los orígenes de la tierra. Pero rechazar o socavar las distinciones básicas en el orden de la creación resulta un ataque igual o acaso aún más devastador sobre la doctrina de la creación.
La perspectiva de que la orientación homosexual es congénita y por lo tanto natural, se basa en una premisa de la evolución, a saber, que no hacemos más que reproducir los impulsos que tenemos naturalmente como resultado de la selección natural, el tiempo y la casualidad. Por ello, el argumento que propugna el carácter natural de la orientación homosexual en realidad apoya la doctrina de la evolución y denigra –si no rechaza implícitamente– la doctrina de la creación según se describe en Génesis 1 y 2, en la que los humanos son creados a imagen de Dios, y la heterosexualidad es el mandato divino para la humanidad. Por ello, están en juego tanto la doctrina de la creación en su totalidad como la creación de la raza humana a imagen de Dios.
La teología del matrimonio y la familia. En relación con la doctrina de la creación se encuentra la teología del matrimonio, dado que la sexualidad humana según el paradigma divino del Edén halla expresión en una forma marital heterosexual. Génesis 2:24 presenta una teología sucinta del matrimonio: “Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne”. El “por tanto” introductorio [cal-ken] indica que la relación de Adán y Evaes considerada el modelo de todas las relaciones sexuales humanas del futuro. La referencia a “el hombre” y “su mujer” indica una relación matrimonial heterosexual entre un hombre y una mujer como el modelo edénico para todos los tiempos. Este modelo heterosexual siguió siendo la norma en todas las Escrituras canónicas del Antiguo Testamento. Solo dos instituciones nos han sido legadas desde el Edén: el sábado y el matrimonio. No es de sorprender que en los últimos días, estas dos instituciones divinas –dones del Creador para la humanidad– estén siendo atacadas Dios mismo ofició en el Edén en una solemne ceremonia de establecimiento de un pacto. Fue la primera boda. Él diseñó y definió el matrimonio; nadie tiene derecho a redefinirlo. En el debate sobre el matrimonio entre integrantes del mismo sexo, está en juego la integridad de la institución matrimonial así como Dios la diseñó.
Las doctrinas de la caída y el pecado. Los que afirman que el estilo de vida homosexual es natural e inevitable, de manera que tiene que ser aceptado y aun celebrado, no han tomado en cuenta la doctrina bíblica de la caída. En ese momento las naturalezas de Adán y Eva fueron corrompidas, se volvieron egoístas y depravadas. Desde entonces, todos tenemos naturalezas humanas con tendencias naturales hacia el pecado. Que un hombre mire con lujuria a una mujer que no es su esposa o a otro hombre, puede afirmarse, es natural. Pero que sea natural no significa que es correcto. La Biblia deja en claro que albergar pensamientos lujuriosos o transformar esas fantasías en actividades sexuales ilícitas es pecado, sean estas heterosexuales u homosexuales.
Aquí quiero enfatizar la diferencia entre la homosexualidad como orientación (propensión, inclinación, condición, disposición) y la práctica homosexual. El Antiguo Testamento condena practicar la homosexualidad y albergar pensamientos y tentaciones homosexuales ya que como condición es claramente un trastorno sexual, una distorsión del ideal edénico, pero en la Biblia no veo que se declare culpable al que tiene una orientación homosexual de por sí, si no se la alberga y la transforma en acciones.
Pensemos ahora en la relación sexual entre personas del mismo sexo. Lo que está en juego en este sentido puede ser juzgado según cuán seriamente sea considerado el tema a los ojos de Dios. Gagnon sostiene que, según la Palabra de Dios, “la práctica homosexual es una violación más seria de las normas sexuales de las Escrituras que inclusive el incesto, el adulterio, la poligamia y el divorcio”. Solo el bestialismo es presentado como una peor ofensa sexual.
Gagnon presenta en primer lugar la evidencia de que en las Escrituras hay diferentes grados de severidad en lo que respecta al pecado: “En el Antiguo Testamento se presenta una clara clasificación de pecados. En Levítico 20, donde se ordenan las ofensas sexuales de Levítico 18 según el castigo, se agrupan las ofensas más graves en primer lugar, lo que incluye las relaciones sexuales con personas del mismo sexo. Por supuesto, en todo el material legal del Antiguo Testamento se pueden hallar diversas penalidades para diferentes pecados”.
Jesús también clasifica las ofensas, refiriéndose a “lo más importante de la Ley” (Mateo 23:23) y a diferentes grados de castigo por diversas ofensas (Lucas 12:48). La actitud de Pablo hacia el caso de incesto mencionado en 1 Corintios 5 deja en claro que diferenciaba entre diversas ofensas sexuales, y que algunas eran más serias que otras.
Después de establecer que las Escrituras consideran que algunas ofensas son más serias que otras, Gagnon presenta tres razones principales por las cuales las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son uno de los pecados sexuales
más graves:
(1) Es la violación que más clara y radicalmente atenta contra la creación intencional de Dios de los seres humanos como “varón y hembra” (Génesis 1:27) y la definición del matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer (Génesis 2:24) […]. Dado que Jesús dio prioridad a estos dos textos de los relatos de la creación de Génesis cuando definió la ética sexual normativa y prescriptiva para sus discípulos, tenemos que darles atención especial. Pablo tiene claramente en mente los textos de la creación cuando condena la práctica homosexual en Romanos 1:24-27 y 1 Corintios 6:9. (2) Cada texto que trata el tema de la homosexualidad lo menciona como unaofensa que Dios aborrece […]. Pero cada texto que habla de sexo, ya sea en forma de narración, ley, proverbio, poesía, exhortación moral o metáfora, presupone el prerrequisito hombremujer, sin ningún tipo de excepción. (3) El prerrequisito hombre-mujer es fundamental para definir la mayoría de las otras normas sexuales. Jesús mismo afirmó claramente su postura de monogamia marital e indisolubilidad del matrimonio sobre el fundamento de Génesis 1:27 y 2:24, textos que solo tienen una cosa en común: el hecho de que un vínculo sexual aceptable ante Dios conlleva como primer prerrequisito (después de la presuposición de un vínculo entre los individuos) a un hombre y una mujer (Marcos 10:6-9; Mateo 19:4-6).
Gagnon concluye con toda razón que “las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son una gran ofensa […] contra Dios”.24 Lo que está en juego en el debate sobre la homosexualidad es la doctrina bíblica del pecado. ¿Estamos dispuestos a tomar tan en serio la práctica homosexual como Dios lo hace?
Al mismo tiempo, aunque Dios coloca la práctica homosexual cerca del tope de los pecados sexuales respecto de su seriedad, deberíamos recordar que desde la perspectiva divina, pecados tales como la altivez de corazón (Proverbios 16:5), los “labios mentirosos” (Proverbios 12:22), la idolatría (Deuteronomio 17:3, 4) y el “peso falso” (Proverbios 11:1) son castigados por Dios con tanta severidad como las abominaciones (se usa la misma palabra hebrea to’eba), si bien no existe un mecanismo efectivo para castigar esos pecados hasta el juicio final. Todos nosotros somos pecadores y estamos necesitados de la gracia de Dios...
Continua en La Homosexualidad y La Biblia (Parte3/3)...
Fuente: Dialogo Universitario
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