Continuación....
L a perspectiva bíblica de la gracia tiene que ser vista en el contexto del pecado. Según Pablo, “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20). A menos que reconozcamos nuestra pecaminosidad, no estamos preparados para apreciar la gracia de Dios. Si la práctica homosexual no es considerada pecado, la gracia no es necesaria. Solo cuando la estimación que hace Dios de la práctica homosexual es tomada seriamente como un grave pecado, es posible responder apropiadamente a la gracia divina.
A lo largo de toda la Biblia queda claro que Dios mantiene la dualidad entre los sexos establecida en la creación (Génesis 1:26) y la norma heterosexual del matrimonio (Génesis 2:24). Se pronuncia un juicio divino contra los que participan de la práctica homosexual.
La gracia maravillosa de Dios se revela en su disposición a perdonar y brindar esa gracia que nos permite obedecer. En vista de la gracia de Dios extendida hacia todos los pecadores, incluidos los homosexuales, y en vista de los deseos pecaminosos que anidan en nuestro corazón, la expresión de desaprobación de las prácticas homosexuales tiene que ser hecha “en el contexto de nuestra propia naturaleza sexual caída”.25 Tenemos que reconocer que necesitamos gracia y sanidad en el ámbito de nuestra sexualidad, lo que incluye el pecado de muchos heterosexuales de odiar a los homosexuales. Aquí está en juego el reconocimiento apropiado de la gracia divina dentro del contexto de la pecaminosidad humana.
La doctrina de la iglesia. Es deber de la iglesia relacionarse con la práctica homosexual de manera responsable, en armonía con los principios de la Biblia. La declaración adventista sobre la homosexualidad expresa bien esta preocupación: “[Los adventistas] estamos comprometidos en seguir las enseñanzas y ejemplo de Cristo, que reiteró la dignidad de todos los seres humanos y extendió la mano compasivamente a las personas y familias que sufrían las consecuencias del pecado. Él llevó a cabo un ministerio lleno de bondad y de palabras de consuelo hacia los que luchaban contra el pecado, aunque diferenció su amor por los pecadores de sus claras enseñanzas sobre las prácticas pecaminosas”.
Tenemos mucho que mejorar para brindar la atención psicológica y espiritual necesaria a los que luchan con la homosexualidad. Tenemos mucho que aprender. “No quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo que se extingue” (Isaías 42:3). Necesitamos una iglesia que acepte y ame a los homosexuales que por la gracia de Dios han escogido seguir un estilo de vida célibe. Debemos mostrar un amor incondicional hacia los homosexuales, mientras que ayudamos a los que siguen un estilo de vida homosexual activo. En juego está nada menos que la doctrina de la iglesia y su misión.
El evangelio en el marco de los mensajes angélicos. Para nosotros, que consideramos que nuestra misión es proclamar el mensaje de Apocalipsis 14, la cuestión que está en juego en la homosexualidad asume una perspectiva escatológica y apocalíptica. El primer ángel tiene “el evangelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra”. Con toda razón, los adventistas hemos enfatizado la referencia al juicio investigativo: “¡Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado”. En la frase siguiente, hemos visto que se cita el mandamiento del sábado: “Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. Hemos reconocido la misión de la Iglesia Adventista como reparadores de la brecha (Isaías 58:12) en la Ley de Dios, en especial en lo que se refiere al sábado como día de reposo (Isaías 58:13, 14). Pero el llamado del tercer ángel a “la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios” (Apocalipsis 14:12) incluye todos los mandamientos de Dios y no solo el cuarto.
Algunos han propuesto que los mensajes de los tres ángeles se relacionan tanto con el sábado como con el matrimonio: 27 las referencias a la inmoralidad sexual en el mensaje del segundo ángel, las alusiones a la “imagen de la bestia” como falsificación de la imagen de Dios en Génesis 1, y la referencia al “fuego y azufre” como una alusión a la destrucción de Sodoma por sus pecados, en particular a la práctica de la “sodomía”. En la introducción a los mensajes de los tres ángeles, Apocalipsis 14:4 describe al pueblo especial de Dios como un pueblo casto. En Apocalipsis 19, hallamos referencias a “las bodas del Cordero”, para la que “su esposa se ha preparado” (Apocalipsis 19:7, 8). Aunque las metáforas del matrimonio y la inmoralidad son aplicadas en un sentido espiritual a la pureza doctrinal, la misma utilización de esa metáfora también implica la pureza sexual del pueblo de Dios. En otros textos se hace un llamado especial para que los creyentes en el tiempo del fin sean puros; se hacen numerosas referencias a la inmoralidad sexual como algo que a Dios le resulta especialmente desagradable (Apocalipsis 2:14, 20, 21; 9:21) y que aun hace que los adoradores no puedan tener acceso a la Nueva Jerusalén (véase Apocalipsis 22:15).
En el contexto escatológico de Apocalipsis, no resulta sorprendente poner énfasis en la creación, el sábado, el matrimonio y la familia, e indicar que todos ellos sufrirán numerosos ataques en los últimos días. Según el Apocalipsis, el remanente final guardará
“los mandamientos de Dios” (12:17; 14:12), lo que incluye el cuarto, el séptimo y el quinto.
Por ello, lo que está en juego no es otra cosa que el llamado a ser fieles a los mandamientos de Dios, a la luz de los evangelios y los mensajes de los tres ángeles. Todos nosotros somos llamados a ser fieles a Dios, tanto en lo que respecta al día y la manera de adorar a Dios como a las estructuras fundamentales del matrimonio y la familia, según fueron dadas por Dios en la creación.
La perspectiva del gran conflicto y el carácter de Dios. Por último, el libro de Apocalipsis también nos lleva a la cuestión de la cosmovisión abarcadora de las Escrituras. El Apocalipsis reitera lo que ya estaba presente en el comienzo de la Biblia. En Génesis 3, la serpiente arroja dudas sobre el carácter de Dios, y el gran conflicto moral, que comenzó en el cielo con la rebelión de Lucifer, es llevado a la tierra. Job 1 y 2 revela que el conflicto es cósmico; que surge de la misma cuestión básica que implica decidir si confiar o no en Dios y su Palabra. En los últimos tres capítulos del Apocalipsis, vemos la conclusión del gran conflicto y el grito final triunfante del universo en momentos en que el carácter de Dios es vindicado respecto de su manera de tratar el pecado: “Sus juicios son verdaderos y justos” (Apocalipsis 19:2; compárese con el cántico de Moisés y del Cordero en 15:3: “Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos”).
El debate sobre la homosexualidad es un síntoma del choque entre dos cosmovisiones, la bíblica y la humanista. El razonamiento de la comunidad defensora –y de muchos que no son parte de esa comunidad– utiliza (aun sin saberlo) la perspectiva de la cosmovisión humanista y evolucionista. Es muy fácil imbuirse del espíritu de la cultura sin ser conscientes y adoptar elementos de la cosmovisión secular. En juego se encuentra la cosmovisión bíblica, que en muchos sentidos se opone a la cultura moderna.
En el centro del gran conflicto está la cuestión del carácter de Dios. Nadie lo sabe mejor que los creyentes que luchan con la atracción hacia personas del mismo sexo; ellos se ven obligados a enfrentar su orientación homosexual y a menudo se enojan con Dios por permitirles tener esa orientación y por no parecer dispuesto o capaz de ayudarlos a hacer frente. Muchos de los homosexuales activos del presente fueron muy religiosos, pero se apartaron debido a lo que consideraron el carácter no fidedigno de Dios. Por otro lado, ¿cuántos heterosexuales terminan insultando indirectamente el carácter de Dios por su fracaso a la hora de mostrar amor por los homosexuales? Distorsionan el carácter de Dios que puede verse distorsionado en uno u otro extremo: ya sea enfatizando su justicia a expensas de su misericordia al odiar y rechazar a los homosexuales, o enfatizando su gracia a expensas de su justicia, al tolerar o aun afirmar las prácticas homosexuales.
Dios nos llama para que seamos modelos en nuestra vida individual y también en la iglesia, tanto de justicia como de misericordia. El Señor busca personas que lo representen ante el mundo de palabra y de hecho, que sean una exhibición viviente del carácter de Dios.
Conclusión
En último término, lo que está en juego es más que principios o doctrinas hermenéuticas abstractas; es la vida de personas reales. Pensemos en los que luchan con tendencias homosexuales, pero han hallado poder en la gracia de Dios para vivir por encima de esas
tendencias.
En mi caso, lo que ha estado en juego es mi propio corazón. Me he dado cuenta de que mi manera de tratar a los homosexuales –a los que, cuando estaba en la escuela secundaria, catalogaba de “raros”, y que en la universidad imitábamos para burlarnos de sus amaneramientos– estaba equivocada.
He tenido que confesar mi propio error al responder al llamado de tratar con respeto y amor a los homosexuales. He tenido que revivir la dolorosa realidad de que uno de mis amigos cercanos en la universidad, con quien me solía burlar de los homosexuales, estaba luchando con sus propias tendencias a la homosexualidad. Hasta en una ocasión le envié una carta para reprenderlo por actividades que entonces interpreté que significaban dar rienda suelta a sus pasiones sexuales, pero que ahora me doy cuenta que eran intentos de proyectar una identidad heterosexual.
Hace poco, mi amigo compartió conmigo su testimonio y su perdón. Derramé lágrimas al enterarme de qué manera desesperada él había buscado ayuda cuando era adolescente, pero había sido rechazado o aun abusado por aquellos en quienes creyó que podía confiar. Pero también me regocijé cuando describió su recuperación, sanidad y bendición; me relató la manera en que Dios lo había liberado de la sexualidad falsificada del diablo y cómo el regreso al plan de Dios no le resultó fácil, pero valió la pena.
¿Qué está en juego en este debate? La vida de hombres y mujeres como mi amigo. Que Dios nos ayude a ser una comunidad de creyentes que les den la bienvenida en nuestro medio y que seamos ministros de la gracia y sanidad divinas en sus vidas, mientras permitimos que esa misma gracia sane nuestro estado de quebrantamiento e insensibilidad.
Sobre el Autor:
Richard Davidson (Ph.D., Universidad de Andrews) es profesor de Interpretación del Antiguo Testamento y director del Departamento de Antiguo Testamento en el Seminario Teológico Adventista de la Universidad Andrews (Berrien Springs, Míchigan, Estados Unidos).
Este artículo es una versión ligeramente abreviada de un capítulo del libro Homosexuality, Marriage, and the Church, editado por Roy Gane, Nicholas Miller y H. Peter Swanson (Berrien Springs, Míchigan: Andrews University Press, 2012). Usado con autorización. El libro se encuentra disponible en amazon.com y en universitypress.andrews.edu.
Fuente: Dialogo Universitario
A lo largo de toda la Biblia queda claro que Dios mantiene la dualidad entre los sexos establecida en la creación (Génesis 1:26) y la norma heterosexual del matrimonio (Génesis 2:24). Se pronuncia un juicio divino contra los que participan de la práctica homosexual.
La gracia maravillosa de Dios se revela en su disposición a perdonar y brindar esa gracia que nos permite obedecer. En vista de la gracia de Dios extendida hacia todos los pecadores, incluidos los homosexuales, y en vista de los deseos pecaminosos que anidan en nuestro corazón, la expresión de desaprobación de las prácticas homosexuales tiene que ser hecha “en el contexto de nuestra propia naturaleza sexual caída”.25 Tenemos que reconocer que necesitamos gracia y sanidad en el ámbito de nuestra sexualidad, lo que incluye el pecado de muchos heterosexuales de odiar a los homosexuales. Aquí está en juego el reconocimiento apropiado de la gracia divina dentro del contexto de la pecaminosidad humana.
La doctrina de la iglesia. Es deber de la iglesia relacionarse con la práctica homosexual de manera responsable, en armonía con los principios de la Biblia. La declaración adventista sobre la homosexualidad expresa bien esta preocupación: “[Los adventistas] estamos comprometidos en seguir las enseñanzas y ejemplo de Cristo, que reiteró la dignidad de todos los seres humanos y extendió la mano compasivamente a las personas y familias que sufrían las consecuencias del pecado. Él llevó a cabo un ministerio lleno de bondad y de palabras de consuelo hacia los que luchaban contra el pecado, aunque diferenció su amor por los pecadores de sus claras enseñanzas sobre las prácticas pecaminosas”.
Tenemos mucho que mejorar para brindar la atención psicológica y espiritual necesaria a los que luchan con la homosexualidad. Tenemos mucho que aprender. “No quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo que se extingue” (Isaías 42:3). Necesitamos una iglesia que acepte y ame a los homosexuales que por la gracia de Dios han escogido seguir un estilo de vida célibe. Debemos mostrar un amor incondicional hacia los homosexuales, mientras que ayudamos a los que siguen un estilo de vida homosexual activo. En juego está nada menos que la doctrina de la iglesia y su misión.
El evangelio en el marco de los mensajes angélicos. Para nosotros, que consideramos que nuestra misión es proclamar el mensaje de Apocalipsis 14, la cuestión que está en juego en la homosexualidad asume una perspectiva escatológica y apocalíptica. El primer ángel tiene “el evangelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra”. Con toda razón, los adventistas hemos enfatizado la referencia al juicio investigativo: “¡Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado”. En la frase siguiente, hemos visto que se cita el mandamiento del sábado: “Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. Hemos reconocido la misión de la Iglesia Adventista como reparadores de la brecha (Isaías 58:12) en la Ley de Dios, en especial en lo que se refiere al sábado como día de reposo (Isaías 58:13, 14). Pero el llamado del tercer ángel a “la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios” (Apocalipsis 14:12) incluye todos los mandamientos de Dios y no solo el cuarto.
Algunos han propuesto que los mensajes de los tres ángeles se relacionan tanto con el sábado como con el matrimonio: 27 las referencias a la inmoralidad sexual en el mensaje del segundo ángel, las alusiones a la “imagen de la bestia” como falsificación de la imagen de Dios en Génesis 1, y la referencia al “fuego y azufre” como una alusión a la destrucción de Sodoma por sus pecados, en particular a la práctica de la “sodomía”. En la introducción a los mensajes de los tres ángeles, Apocalipsis 14:4 describe al pueblo especial de Dios como un pueblo casto. En Apocalipsis 19, hallamos referencias a “las bodas del Cordero”, para la que “su esposa se ha preparado” (Apocalipsis 19:7, 8). Aunque las metáforas del matrimonio y la inmoralidad son aplicadas en un sentido espiritual a la pureza doctrinal, la misma utilización de esa metáfora también implica la pureza sexual del pueblo de Dios. En otros textos se hace un llamado especial para que los creyentes en el tiempo del fin sean puros; se hacen numerosas referencias a la inmoralidad sexual como algo que a Dios le resulta especialmente desagradable (Apocalipsis 2:14, 20, 21; 9:21) y que aun hace que los adoradores no puedan tener acceso a la Nueva Jerusalén (véase Apocalipsis 22:15).
En el contexto escatológico de Apocalipsis, no resulta sorprendente poner énfasis en la creación, el sábado, el matrimonio y la familia, e indicar que todos ellos sufrirán numerosos ataques en los últimos días. Según el Apocalipsis, el remanente final guardará
“los mandamientos de Dios” (12:17; 14:12), lo que incluye el cuarto, el séptimo y el quinto.
Por ello, lo que está en juego no es otra cosa que el llamado a ser fieles a los mandamientos de Dios, a la luz de los evangelios y los mensajes de los tres ángeles. Todos nosotros somos llamados a ser fieles a Dios, tanto en lo que respecta al día y la manera de adorar a Dios como a las estructuras fundamentales del matrimonio y la familia, según fueron dadas por Dios en la creación.
La perspectiva del gran conflicto y el carácter de Dios. Por último, el libro de Apocalipsis también nos lleva a la cuestión de la cosmovisión abarcadora de las Escrituras. El Apocalipsis reitera lo que ya estaba presente en el comienzo de la Biblia. En Génesis 3, la serpiente arroja dudas sobre el carácter de Dios, y el gran conflicto moral, que comenzó en el cielo con la rebelión de Lucifer, es llevado a la tierra. Job 1 y 2 revela que el conflicto es cósmico; que surge de la misma cuestión básica que implica decidir si confiar o no en Dios y su Palabra. En los últimos tres capítulos del Apocalipsis, vemos la conclusión del gran conflicto y el grito final triunfante del universo en momentos en que el carácter de Dios es vindicado respecto de su manera de tratar el pecado: “Sus juicios son verdaderos y justos” (Apocalipsis 19:2; compárese con el cántico de Moisés y del Cordero en 15:3: “Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos”).
El debate sobre la homosexualidad es un síntoma del choque entre dos cosmovisiones, la bíblica y la humanista. El razonamiento de la comunidad defensora –y de muchos que no son parte de esa comunidad– utiliza (aun sin saberlo) la perspectiva de la cosmovisión humanista y evolucionista. Es muy fácil imbuirse del espíritu de la cultura sin ser conscientes y adoptar elementos de la cosmovisión secular. En juego se encuentra la cosmovisión bíblica, que en muchos sentidos se opone a la cultura moderna.
En el centro del gran conflicto está la cuestión del carácter de Dios. Nadie lo sabe mejor que los creyentes que luchan con la atracción hacia personas del mismo sexo; ellos se ven obligados a enfrentar su orientación homosexual y a menudo se enojan con Dios por permitirles tener esa orientación y por no parecer dispuesto o capaz de ayudarlos a hacer frente. Muchos de los homosexuales activos del presente fueron muy religiosos, pero se apartaron debido a lo que consideraron el carácter no fidedigno de Dios. Por otro lado, ¿cuántos heterosexuales terminan insultando indirectamente el carácter de Dios por su fracaso a la hora de mostrar amor por los homosexuales? Distorsionan el carácter de Dios que puede verse distorsionado en uno u otro extremo: ya sea enfatizando su justicia a expensas de su misericordia al odiar y rechazar a los homosexuales, o enfatizando su gracia a expensas de su justicia, al tolerar o aun afirmar las prácticas homosexuales.
Dios nos llama para que seamos modelos en nuestra vida individual y también en la iglesia, tanto de justicia como de misericordia. El Señor busca personas que lo representen ante el mundo de palabra y de hecho, que sean una exhibición viviente del carácter de Dios.
Conclusión
En último término, lo que está en juego es más que principios o doctrinas hermenéuticas abstractas; es la vida de personas reales. Pensemos en los que luchan con tendencias homosexuales, pero han hallado poder en la gracia de Dios para vivir por encima de esas
tendencias.
En mi caso, lo que ha estado en juego es mi propio corazón. Me he dado cuenta de que mi manera de tratar a los homosexuales –a los que, cuando estaba en la escuela secundaria, catalogaba de “raros”, y que en la universidad imitábamos para burlarnos de sus amaneramientos– estaba equivocada.
He tenido que confesar mi propio error al responder al llamado de tratar con respeto y amor a los homosexuales. He tenido que revivir la dolorosa realidad de que uno de mis amigos cercanos en la universidad, con quien me solía burlar de los homosexuales, estaba luchando con sus propias tendencias a la homosexualidad. Hasta en una ocasión le envié una carta para reprenderlo por actividades que entonces interpreté que significaban dar rienda suelta a sus pasiones sexuales, pero que ahora me doy cuenta que eran intentos de proyectar una identidad heterosexual.
Hace poco, mi amigo compartió conmigo su testimonio y su perdón. Derramé lágrimas al enterarme de qué manera desesperada él había buscado ayuda cuando era adolescente, pero había sido rechazado o aun abusado por aquellos en quienes creyó que podía confiar. Pero también me regocijé cuando describió su recuperación, sanidad y bendición; me relató la manera en que Dios lo había liberado de la sexualidad falsificada del diablo y cómo el regreso al plan de Dios no le resultó fácil, pero valió la pena.
¿Qué está en juego en este debate? La vida de hombres y mujeres como mi amigo. Que Dios nos ayude a ser una comunidad de creyentes que les den la bienvenida en nuestro medio y que seamos ministros de la gracia y sanidad divinas en sus vidas, mientras permitimos que esa misma gracia sane nuestro estado de quebrantamiento e insensibilidad.
Sobre el Autor:
Richard Davidson (Ph.D., Universidad de Andrews) es profesor de Interpretación del Antiguo Testamento y director del Departamento de Antiguo Testamento en el Seminario Teológico Adventista de la Universidad Andrews (Berrien Springs, Míchigan, Estados Unidos).
Este artículo es una versión ligeramente abreviada de un capítulo del libro Homosexuality, Marriage, and the Church, editado por Roy Gane, Nicholas Miller y H. Peter Swanson (Berrien Springs, Míchigan: Andrews University Press, 2012). Usado con autorización. El libro se encuentra disponible en amazon.com y en universitypress.andrews.edu.
Fuente: Dialogo Universitario
Hijos de puta malditos fanaticos religiosos metanse su biblia por el ojete
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