Por: Darren George
U na columna de ayuda de un periódico local invitó a los lectores a que enviaran preguntas sobre el estado de su relación matrimonial. La mayoría de las preguntas que recibieron evidenciaban problemas: “Cuando lo conocí, quedé loca por él”; “Jamás pensé que podía amar tanto a otra persona”; “He hecho prácticamente todo lo posible para que ella me ame”; “Me dijo que el amor tiene que provenir del corazón”; “Me dijo que realmente cree que soy para él”; “¿Debo quedarme y esperar que las cosas funcionen?”; “¿Cómo enfrento esta situación?”; “He estado de novia durante cuatro meses con un recién divorciado; todo estaba bien hasta que dormimos juntos”; “Quiero que me pida perdón y me ruegue que regrese”; “Quiero volver a sentir lo que sentí cuando nos conocimos”...
¿Por qué reina tanta confusión en las relaciones románticas? ¿Por qué cambian tan rápidamente los sentimientos desde la época del romance hasta el momento en que irrumpe la realidad marital?
La vida debería ser mucho más simple, como sucede en otras áreas. Por ejemplo, supongamos que quieres ser abogado. El camino parece difícil, pero en la mayoría de los países es bastante directo: 1) ingresas a una universidad; 2) completas el plan de estudios 3) recibes tu título 4) consigues trabajo en un estudio de abogados, o creas tu propio estudio, ¡y listo! Ya eres abogado.
Si alguien procura ser abogado sobre la base de las emociones ¿qué posibilidades tiene de llegar realmente a su meta? Todas estas emociones podrían estar presentes sin que el individuo asista siquiera a la primera clase. El camino para ser abogado es simple, pero presenta desafíos. Si pasamos varios años cumpliendo ese proceso, ¿fluctuarán de tanto en tanto nuestras emociones? Por supuesto, pero un abogado no se hace sobre la base de emociones intempestivas, sino que hay que completar todos los pasos, más allá de las emociones momentáneas. El matrimonio tiene cierto paralelismo.
En primer lugar, al igual que alguien que se prepara para ser abogado, una relación exitosa demanda tiempo, esfuerzo y educación para aprender los principios fundamentales. En segundo lugar, la persona necesita aplicar a su propia vida los principios aprendidos. En tercer lugar, hay que reconocer las dificultades que entraña. Aun las relaciones excelentes enfrentan serios desafíos. Por último, una relación extraordinaria no se basa tan solo en emociones. Aunque los primeros tres puntos pueden generar acuerdo y aprobación de tu parte, este último podría levantar algunas objeciones. Ahora bien, puedes preguntarte: “¿Qué quiere decir usted cuando expresa que una relación extraordinaria no se basa en emociones?”
En nuestro mundo, las emociones intensas suelen seguir a esfuerzos intensivos. Piensa en el gozo de un atleta que obtiene un campeonato. Considera entonces que la alegría estuvo precedida por miles de horas de intenso esfuerzo. Lo mismo se aplica al actor que es galardonado con un Óscar, al pianista que culmina con éxito un concierto, o al estudiante que termina y se gradúa como médico.
Sin embargo, ¿qué sucede en las relaciones humanas? Nos enamoramos. Nos “volvemos locos” por la persona que nos resulta especial. A menudo, estas emociones son casi instantáneas. ¿Dónde está el esfuerzo que se necesita para triunfar en casi todos los emprendimientos humanos? ¿Es posible que el matrimonio –la más complicada de las relaciones humanas– pueda triunfar solamente gracias a nuestros intensos sentimientos? ¿Es posible que un matrimonio pueda salir adelante sin el trabajo duro que tanto se requiere en cualquier otro ámbito humano?
La experiencia, las estadísticas de divorcio y las investigaciones dicen que “no”. La mayoría de las relaciones románticas comienzan con emociones intensas y muchas de esas relaciones emocionales terminan en matrimonio. El cincuenta por ciento de esos matrimonios culmina en divorcio, y un treinta por ciento adicional sigue adelante, pero es disfuncional e infeliz. El modelo de las emociones iniciales nos da solo un veinte por ciento de probabilidades de alcanzar un matrimonio exitoso.
¿Hay diferencia por ser adventista? Lamentablemente, no. La tasa de divorcios de las diversas denominaciones cristianas va del 39 al 61 por ciento, y los adventistas se encuentran justo en el medio de ese rango. “¿Cómo puede ser? –preguntan muchos cristianos atribulados–. ¿Acaso ser cristiano no garantiza una relación de éxito?”
Para responder, tenemos que analizar el tema con más detenimiento. ¿Puedo acaso correr una maratón solo porque ore durante varias horas al día? No, para esta actividad se requiere excelente talento y miles de horas de intenso entrenamiento bajo la orientación de un experto. Si soy un cristiano ferviente, ¿puedo tocar el tercer concierto de piano de Rachmaninoff? No, porque para hacerlo, necesito talento y capacitación, más miles de horas de práctica intensa bajo la orientación de un experto. Y esto en todos los ámbitos profesionales. De la misma manera, las relaciones de éxito no se dan por casualidad, solo porque seamos cristianos y oremos mucho.
Por ello, seas cristiano o no, si quieres disfrutar de un matrimonio de éxito, necesitarás dedicar tiempo para aprender cuáles son los principios básicos de las relaciones exitosas y cómo aplicarlos. El propósito de este artículo es comenzar a informarte sobre cuáles son esos principios de éxito.
Hasta aquí, hemos analizado la importancia del principio número uno: si quieres que tu probabilidad de éxito matrimonial supere el veinte por ciento, necesitarás instruirte. (Sigue leyendo en la parte 2...)
Fuente: Dialogo Universitario
U na columna de ayuda de un periódico local invitó a los lectores a que enviaran preguntas sobre el estado de su relación matrimonial. La mayoría de las preguntas que recibieron evidenciaban problemas: “Cuando lo conocí, quedé loca por él”; “Jamás pensé que podía amar tanto a otra persona”; “He hecho prácticamente todo lo posible para que ella me ame”; “Me dijo que el amor tiene que provenir del corazón”; “Me dijo que realmente cree que soy para él”; “¿Debo quedarme y esperar que las cosas funcionen?”; “¿Cómo enfrento esta situación?”; “He estado de novia durante cuatro meses con un recién divorciado; todo estaba bien hasta que dormimos juntos”; “Quiero que me pida perdón y me ruegue que regrese”; “Quiero volver a sentir lo que sentí cuando nos conocimos”...
¿Por qué reina tanta confusión en las relaciones románticas? ¿Por qué cambian tan rápidamente los sentimientos desde la época del romance hasta el momento en que irrumpe la realidad marital?
La vida debería ser mucho más simple, como sucede en otras áreas. Por ejemplo, supongamos que quieres ser abogado. El camino parece difícil, pero en la mayoría de los países es bastante directo: 1) ingresas a una universidad; 2) completas el plan de estudios 3) recibes tu título 4) consigues trabajo en un estudio de abogados, o creas tu propio estudio, ¡y listo! Ya eres abogado.
Si alguien procura ser abogado sobre la base de las emociones ¿qué posibilidades tiene de llegar realmente a su meta? Todas estas emociones podrían estar presentes sin que el individuo asista siquiera a la primera clase. El camino para ser abogado es simple, pero presenta desafíos. Si pasamos varios años cumpliendo ese proceso, ¿fluctuarán de tanto en tanto nuestras emociones? Por supuesto, pero un abogado no se hace sobre la base de emociones intempestivas, sino que hay que completar todos los pasos, más allá de las emociones momentáneas. El matrimonio tiene cierto paralelismo.
En primer lugar, al igual que alguien que se prepara para ser abogado, una relación exitosa demanda tiempo, esfuerzo y educación para aprender los principios fundamentales. En segundo lugar, la persona necesita aplicar a su propia vida los principios aprendidos. En tercer lugar, hay que reconocer las dificultades que entraña. Aun las relaciones excelentes enfrentan serios desafíos. Por último, una relación extraordinaria no se basa tan solo en emociones. Aunque los primeros tres puntos pueden generar acuerdo y aprobación de tu parte, este último podría levantar algunas objeciones. Ahora bien, puedes preguntarte: “¿Qué quiere decir usted cuando expresa que una relación extraordinaria no se basa en emociones?”
En nuestro mundo, las emociones intensas suelen seguir a esfuerzos intensivos. Piensa en el gozo de un atleta que obtiene un campeonato. Considera entonces que la alegría estuvo precedida por miles de horas de intenso esfuerzo. Lo mismo se aplica al actor que es galardonado con un Óscar, al pianista que culmina con éxito un concierto, o al estudiante que termina y se gradúa como médico.
Sin embargo, ¿qué sucede en las relaciones humanas? Nos enamoramos. Nos “volvemos locos” por la persona que nos resulta especial. A menudo, estas emociones son casi instantáneas. ¿Dónde está el esfuerzo que se necesita para triunfar en casi todos los emprendimientos humanos? ¿Es posible que el matrimonio –la más complicada de las relaciones humanas– pueda triunfar solamente gracias a nuestros intensos sentimientos? ¿Es posible que un matrimonio pueda salir adelante sin el trabajo duro que tanto se requiere en cualquier otro ámbito humano?
La experiencia, las estadísticas de divorcio y las investigaciones dicen que “no”. La mayoría de las relaciones románticas comienzan con emociones intensas y muchas de esas relaciones emocionales terminan en matrimonio. El cincuenta por ciento de esos matrimonios culmina en divorcio, y un treinta por ciento adicional sigue adelante, pero es disfuncional e infeliz. El modelo de las emociones iniciales nos da solo un veinte por ciento de probabilidades de alcanzar un matrimonio exitoso.
¿Hay diferencia por ser adventista? Lamentablemente, no. La tasa de divorcios de las diversas denominaciones cristianas va del 39 al 61 por ciento, y los adventistas se encuentran justo en el medio de ese rango. “¿Cómo puede ser? –preguntan muchos cristianos atribulados–. ¿Acaso ser cristiano no garantiza una relación de éxito?”
Para responder, tenemos que analizar el tema con más detenimiento. ¿Puedo acaso correr una maratón solo porque ore durante varias horas al día? No, para esta actividad se requiere excelente talento y miles de horas de intenso entrenamiento bajo la orientación de un experto. Si soy un cristiano ferviente, ¿puedo tocar el tercer concierto de piano de Rachmaninoff? No, porque para hacerlo, necesito talento y capacitación, más miles de horas de práctica intensa bajo la orientación de un experto. Y esto en todos los ámbitos profesionales. De la misma manera, las relaciones de éxito no se dan por casualidad, solo porque seamos cristianos y oremos mucho.
Por ello, seas cristiano o no, si quieres disfrutar de un matrimonio de éxito, necesitarás dedicar tiempo para aprender cuáles son los principios básicos de las relaciones exitosas y cómo aplicarlos. El propósito de este artículo es comenzar a informarte sobre cuáles son esos principios de éxito.
Hasta aquí, hemos analizado la importancia del principio número uno: si quieres que tu probabilidad de éxito matrimonial supere el veinte por ciento, necesitarás instruirte. (Sigue leyendo en la parte 2...)
Fuente: Dialogo Universitario
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