Muchos padres se desesperan cuando esto sucede y no saben qué hacer para erradicarlos, sin embargo si algo se puede dar por descontado es que el agobio, la prisa, el temor, la rabia de papá y mamá pueden ser muy perjudiciales y no conseguirán nada con esta clase de actitudes. Para lograr erradicarlas lo más pronto posible será necesario usar mucha paciencia y cariño, dependiendo por cierto de la edad de los hijos, de las circunstancias que rodean al comportamiento y de su reiteración. Se ha comprobado que en muchas ocasiones tales manifestaciones son tan solo gestos que forman parte de un lenguaje corporal que el niño aprende por imitación y que si se trata la actitud paciente y comprensivamente, se podrán erradicar las molestosas manías de las que hablamos...Continúa...
Según Melinda Blau, periodista especializada en temas sobre familia, salud y hogar y autora de varios libros entre ellos ‘Buenos padres, mejores hijos’, editado por Norma, una de las razones por las cuales los niños repiten un acto es por imitación. Los niños aprenden imitando a quienes les rodean y si alguien guiña los ojos con frecuencia o se muerde las uñas, es muy probable que repitan esos mismos gestos de forma inconsciente. Pero también estos gestos pueden ser producto de una demostración de un malestar físico o psíquico, en especial cuando el niño no tiene aún un manejo adecuado del idioma para expresar sus sentimientos, lo que le molesta o lo que le preocupa y, claro, estos gestos suelen ayudarle a desahogarse.
Por ejemplo, un niño pudiera meterse los dedos en la nariz porque le duele o porque tiene algo en su interior que le molesta. Muchos hábitos se inician porque son evolutivamente normales, pero si no agradan a los adultos y con ello el niño consigue que le den más atención, muy posiblemente lo usarán a menudo y será difícil erradicarlos. Es muy cierto que algunas de estas manifestaciones ponen a los padres sobre aviso pero no saben si su hijo lo está realizando a propósito o si realmente algo está sucediendo; tampoco pueden reconocer si se trata de algo pasajero o de un real problema. Si bien es cierto estas conductas suelen desaparecer con la edad, hay excepciones que permiten que persistan cuando son producto de situaciones de mucha ansiedad y cuando son reforzada por los padres y adultos que rodean al niño, ya sea porque al inicio causó gracia o porque su preocupación hace que presten demasiada atención al niño o niña. Aunque no existen fórmulas matemáticas para deshacerse de ello sí se puede hacer uso de ciertas actitudes que ayudan a minimizarlas y a fomentar hábitos positivos.
Por ejemplo: ignorar la conducta del hijo o hija. Pero lo que sí puede ser contraproducente es el regaño o castigo. Si se critica a los niños o se les pone en ridículo lo único que se conseguiría es un comportamiento peor. En cambio, si se le ofrece una recompensa cada vez que demuestre su autocontrol para evitar tales manías (no estamos hablando de comprarles regalos sino de darles reconocimientos como pintarles las uñas a las niñas si ellas dejan de morderlas o ver juntos una película en la tele si prometen no chuparse el dedo durante tal actividad. Sin embargo, es bueno recordar que los hábitos toman tiempo en instalarse y también en sustituirse por comportamientos alternativos.
Existen ciertos hábitos que se adquieren a temprana edad y que en un comienzo se consideran positivos, tal es el caso de los bebés que se chupan el dedo como una forma natural de aprender a succionar, pero más tarde se tornan molestos, en especial si su frecuencia aumenta y eso ocasiona lesiones como la malformación bucal o consiguen la burla de los otros niños por ser actitudes de los bebés o cuando el comportamiento es obsesivo, lo cual debe consultarse con un especialista.
El dedo en la nariz
Sin duda es una mala costumbre que todos sabemos no es exclusiva de los niños y es muy posible que lo hagan por imitar a los adultos. Algunos expertos creen que es un producto de la búsqueda de exploración cuando están aburridos, pero en el caso de los niños más pequeños quizás se deba a que son todavía incapaces de sonarse y las mucosidades les molestan por lo que no ven mejor remedio que insertar su dedo para realizar la limpieza de la misma. Lo mejor será no ponerles demasiada atención pero sí enseñarles a sonarse y a usar un pañuelo desechable para limpiarla bien.
Chuparse el dedo
Los bebés nacen con el reflejo de succión, sin embargo hasta llegar al tercer mes de vida no adquieren la coordinación necesaria para mantener el dedo dentro de la boca durante un largo período. Una mayoría se chupa el pulgar en un momento u otro, en especial al llegar a los 6 o a los 9 meses, cuando tienen hambre, cuando están cansados o también para relajarse antes de dormir. Luego del primer año de vida desaparece la succión como reflejo y el niño se chupa el dedo a manera de compensación frente al temor o la inseguridad, la falta de adaptación al medio, el cansancio o el aburrimiento. Por ello, si su bebé tiene más de un año y se chupa el pulgar u otro de sus dedos, incluso la mano, habrá que tomar cartas en el asunto y buscar otras actividades que distraigan al nene y mantengan sus manitas ocupadas, evitando a toda costa regañarle o sacarle la mano de la boca permanentemente, pues esto pudiera aumentar su ansiedad y reforzar su actitud inadecuada. Cuando el hábito es muy frecuente y se prolonga en el tiempo se pueden producir malformaciones dentarias y mandibulares, incluso hay casos en que esto impide que los niños hablen correctamente.
Algo similar sucede con otras conductas como enroscarse el pelo entre los dedos, morderse las uñas, succionar el chupón o la esquina de una cobija o llevar consigo un objeto que, por tanto, deben manejarse de forma similar.
Tics nerviosos
Los parpadeos constantes, las muecas, los movimientos de hombros, los carraspeos repetidos que los niños realizan de forma semiinvoluntaria y sin una finalidad consciente, suelen ser frecuentes aunque algunos pasen desapercibidos. Cuando inician un parpadeo constante muchos padres creen que sus hijos están sufriendo de una molestia o irritación en sus ojos y suelen ir al especialista para comprobarlo. A veces consideran que quizás el pelo que les cae en la frente es demasiado largo y se lo cortan, y en otras circunstancias incluso medican a los niños pensando que se trata de una faringitis o algún tipo de alergia. Los tics suelen preocupar mucho a los padres porque consideran que son un signo de enfermedad, de falta de inteligencia o un problema emocional. Esto no es verdad. Si bien algunos factores ambientales y emocionales pueden permitir la aparición o el agravamiento de los mismos, no son en realidad la causa ni origen de su aparición.
Algunos padres incluso creen que lo hacen a propósito para llamar la atención o hacerse los graciosos y, si les regañan lo único que sucederá es que aumentará la ansiedad y la inseguridad infantil y su sentimiento de culpa. Lo importante es determinar si en verdad el niño sufre con su tic pero si parece no molestarle lo mejor será no hablar todo el tiempo de ello y esperar con paciencia a que esta etapa pase y el niño deje el tic. Hay que evitar a toda costa que la condición se transforme en enfermedad y para ello hay que fortalecer la autoestima infantil, eliminar tabú y prejuicios y tratar de neutralizar las conductas adversas del entorno.
Fuente: Revista Familia
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