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La Oracion


¿Por qué sentimos que nuestras oraciones no pasan del techo? ¿Por qué pocas veces recibimos lo que pedimos en oración? ¿Por qué Dios da el NO como respuesta? Ó ¿Por qué nos hace esperar tanto? ¿Será que no tenemos suficiente fe? O es que ¿nos falta ser más insistentes, más perseverantes? Tal vez ¿necesitamos ayunar más para mostrarnos ante Dios con el rostro afligido para que el se compadezca de nosotros y nos de la respuesta que queremos?

Alguna de estas preguntas me las he hecho y las he escuchado de otras personas, y no sé la respuesta. Pero reflexionando un poco creo que deberíamos cambiar nuestra percepción y comenzar a ver la oración desde otro enfoque. Detengámonos a meditar brevemente, ¿qué tal si estamos usando mal la oración? Tal vez ya no deberíamos orar por lo que queremos, sino orar por lo que necesitamos. ¿Hay alguna diferencia?...

Y Jesús abrió su boca y les hablaba en parábolas. El reino de los cielos es semejante a un hombre que yendo por el campo encontró una lámpara, la llevó a su casa, se encerró en su aposento, tomó un paño y mientras frotaba la lámpara para limpiarla apareció un ser que le dijo: tus deseos son órdenes. En esta parábola el hombre representa al ser humano, frotar la lámpara es la oración y el ser que aparece para cumplir los deseos es vuestro Padre celestial. ¡Qué absurdo! ¿No? Pues tristemente así hemos querido usar la oración. Regularmente esta es la perspectiva que tenemos. Hemos tratado a Dios de siervo y no lo hemos respetado como nuestro Dios y como nuestro Padre, y eso que Él nos ha adoptado como sus hijos y a través del Espíritu podemos clamar ¡Abba, Padre!

Imagínese a un padre de familia, que ama a los suyos y se esfuerza por darles lo mejor, que recibe de parte de sus hijos llamadas, mensajes de texto, mails, tarjetas, postiks, etc., no para expresarle un “te amo papá” o un “ánimo, feliz día”, sino, para decirle: “hola papá: esta es la lista de lo que quiero, te recuerdo que me urge”. ¡Vaya relación! ¿No cree?

Me parece que como hijos, actuamos de esta manera en la relación con nuestro Padre celestial y es por eso que no logramos trascender en nuestra vida espiritual, no crecemos, no damos fruto. Muchos creemos que la oración es un momento para contarle a Dios todos nuestros pesares, nuestras angustias, problemas, preocupaciones, sufrimientos, desesperaciones, quejas y para pedirle que resuelva todo más una larga lista de peticiones y expresiones de lo que queremos que haga por nosotros. ¡Vaya relación! Y después nos sentimos igual de vacios y miserables.

Un buen padre de familia sabe lo que los suyos necesitan y hace lo mejor por proveerles, aún sin que ellos lo pidan. Pues Jesús nos invita a no preocuparnos por lo que habremos de comer, beber o vestir, Él dijo que nuestro Padre sabe qué cosas necesitamos. Antes que las pidamos. Pero si observamos bien nuestras oraciones, regularmente el mayor tiempo se va en plantearle a Dios lo que esperamos (la mayoría de lo cual son cosas materiales o beneficios personales) pero poco le agradecemos por lo que ya nos ha dado. Somos egoístas; queremos tesoros aquí en la tierra, nuestro corazón toda vía está aquí.

Dios desea librarnos de nuestra miserable ambición y orgullo, anhela llenarnos de humildad y fe. Para Él hay cosas mucho más importantes y bendiciones mas grandes que necesitamos pero que no nos da como respuesta simplemente porque no son prioridad en nuestras oraciones. No estamos orando por lo que necesitamos.

Y ¿qué necesitamos? ¿a caso no la salud, la prosperidad? ¡Claro! Pero Dios ya tiene contemplado eso, pues nos dice: deseo que seas prosperados en todas las cosas y que tengas salud. Sin embargo hay bendiciones todavía mejores que está en la mente de Dios darnos, pero en nuestra mente no está el recibirlas. Sus pensamientos son más altos que los nuestros.

Bueno, y entonces ¿Qué es lo que tanto necesitamos y que no recibimos porque no pedimos? Ya la oración modelo lo señala; necesitamos, más que todo, el reino de Dios y conocer su voluntad “venga tu reino, sea hecha tu voluntad” y Jesús lo resalta “buscad primero el reino de Dios y su justicia”. Otra necesidad que tenemos y que está disponible como una respuesta inmediata es el Espíritu Santo “¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu a quienes se lo pidan?”. Otra necesidad es la presencia de Dios “me buscaréis y me hallaréis” oración contestada. También necesitamos perdón “perdonaré sus pecados”. Necesitamos sabiduría “pídala a Dios… y le será dada”. Podríamos pensar en más, pero ¿hemos notado la diferencia? La enorme diferencia que hay entre lo que necesitamos y lo que queremos.

Por eso nos la pasamos pidiendo y no recibimos, porque pedimos mal (lo que no necesitamos) para gastar en nuestros deleite (lo que queremos). Pero gracias a Dios que hace provisión y por su Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos pedir lo que conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles y Él intercede por nosotros conforme a la voluntad de Dios. Dios siempre está contestando nuestras oraciones, pero no las contesta en relación a lo que queremos, las contesta en relación a lo que necesitamos, de manera que al orar con fe debemos creer que recibiremos lo que necesitamos y no lo que queremos..

La constante oración nos es para insistirle a Dios a cerca de una asunto para que nos conteste, no es para torcerle el brazo, ni para comunicarle o informarle algo que no sepa. La constante oración es para mantener una constante relación con Él, es para abrir nuestro corazón, para buscar su voluntad, para recibir su reino, para refrescar la vida espiritual, para entrar en una profunda relación de padre a hijo.

Imagínese a un padre de familia, que ama a los suyos y se esfuerza por darles lo mejor, que recibe de parte de sus hijos llamadas, mensajes de texto, mails, tarjetas, postiks, etc., para expresarle “Te amo papá, gracias por estar al tanto de nosotros, si me necesitas aquí estoy. Eres lo mejor”. ¡Que relación! ¡Qué familia!

Fuente: AdvenPlug (por el usuario Elias Sanchez Morales)
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